sábado, 30 de junio de 2012

UNA VIEJA VOCACION PENDIENTE, LA VERDADERA VOCACION.

Desde que era muy chico la música generó en mí, una sensación de calma, de alivio, de paz, de alegría. Amo las notas que nacen de un pentagrama, amo el sonido de la música, amo ver un grupo sobre un escenario, la idea de esa larga y eterna caminata previa hacia el escenario me apasiona, pienso, imagino lo que se debe sentir en esos metros que separan el camarín del músico, del escenario, trato de sentir en mi propio cuerpo esa misma adrenalina, mezcla de tensión y creación, y creo que no debe existir sensación mas gratificante que la de la ovación del público en cada recital, el aplauso o el grito de aprobación ante cada tema que logra conmover fibras íntimas de cada una de las almas ahí presentes. Cada noche, ya sea en un teatro o en un estadio, cual misa profana, todas esas almas se unen para escuchar a sus grupos preferidos, sobre algún escenario, altar de imposición de notas sanadoras. Cada vez que de mi guitarra sale ese sonido tan mágico de una cuerda sonando, de una nota traspasando a través de mis oídos mi propia alma, siento que la música es milagro, siento que la música renueva mis ganas de vivir, mis ganas de estar vivo, de ir por mas, de crear algo nuevo cada día de mi propia vida, en mi propia vida. Cuando perdí a mi madre fue la música la que me sostuvo en el duelo, fue ella la que me permitió sentir que no estaba sólo, ella me sostuvo en la adversidad, en la soledad aún me sigue acompañando y me sigue dando esperanzas. Es la música una creación de Dios? No lo sé. Sí sé que es una de las mas maravillosas formas de expresión del ser humano, es el camino hacia un mundo mejor, hacia una humanidad donde cada nota del pentagrama mundial suene con una armonía jamás vista, que nos permita vivir en paz y en eterna solidaridad por siempre.

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