Decir que la
inspiración creadora, el profesionalismo y la calidad musical de un genio como
Steven Wilson son conceptos de notoria obviedad, creo, a esta altura, ya nadie
puede ponerlo en tela de juicio. Su paso por bandas como Porcupine Tree,
Blackfield y No-Man, entre otras, a las que siempre está volviendo y de las
cuales, en realidad, nunca se fue, hablan de un sujeto cuya inagotable energía
compositiva sería vista en el siglo dieciocho como propia de un Wolfgang A.
Mozart, más que la de un mortal de aquellos tiempos. Su último trabajo se
ajusta con total precisión a este juicio de valor. Escuchar los seis temas
(originalmente fueron siete, en la edición original no fue agregado el tema
“The Birthday Party”, el que aparecería en una edición posterior en calidad de
bonus-track), se convierte en un verdadero placer para el oyente. El despliegue
de creatividad surge de cada una de las composiciones que integran este tercer
disco solista de Steven Wilson (segundo consecutivo), que se ha dado en llamar
“The Raven That Refused To Sing” o “El Cuervo que rechazó cantar”. Su título no
es un mero capricho del autor, al contrario, cada tema guarda estrecha relación
con una historia diferente de fantasmas y aparecidos, situaciones
sobrenaturales, y la especial relación que el músico inglés tiene con la idea de
la muerte y la finitud de la vida. En sus propias palabras: “Cuando uno de tus
padres fallece, tú tomas conciencia que eres el próximo. Yo estoy,
probablemente, más cerca del fin de mi vida, de lo que estoy del comienzo de la
misma.”
Este último gran
trabajo que fuera editado en 2013 y presentado a través de una gira mundial,
que aún hoy continúa, y de la que tuve la suerte de ser testigo privilegiado el
pasado mes de mayo en las instalaciones del Teatro Vorterix de la ciudad de
Buenos Aires, es, y no tengo dudas al respecto, el disco del año. De hecho, ha
sido galardonado con el premio “Album of the Year” en los “2013 Progressive
Music Awards”, y nominado en la misma
categoría para el “Classic Rock Roll of Honour 2013”.
Los seis temas que
conforman el disco se basan en historias de fantasmas como las que escribiera Edgar
Allan Poe (escritor norteamericano, autor del poema “El Cuervo” o “The Raven”,
donde el reconocible pájaro negro conversa con un amante despechado, que
finalmente termina sumido en la locura, curioso juego de palabras y conceptos,
por parte de S.Wilson , con el título del disco, el que hace mención a la misma
figura del animal pero que en este caso “rechazó cantar”), o autores de la
talla de Charles Dickens o incluso muchos más, pertenecientes todos ellos a la
Inglaterra Victoriana, y que han sido fuente de lectura e inspiración para
Steven Wilson, tales como Arthur Machen, Algernon Blackwood y Montague Rhodes
James, entre otros.
Varias cosas llaman
la atención y destacan en “The Raven…”, la primera de ellas se descubre al escuchar
el disco por primera vez y es la notoria influencia de grupos provenientes del
rock progresivo. Así es como se perciben, sutilmente, fragmentos que parecen
casi un homenaje a bandas como Pink Floyd, Jethro Tull, Yes y King Crimson,
entre otras. No se trata de un plagio, que esto quede claro, se trata de emular
sus estilos a modo de homenaje. Recordemos que el mismo músico inglés ha
reconocido la fuerte influencia que esas bandas han generado en su propia
formación musical.
La segunda es
absolutamente técnica: el disco fue grabado en su totalidad en vivo en el
estudio, o sea, no se aplicaron los clásicos sistemas de registro donde cada
músico graba su parte con cada instrumento, y al final se edita el material en
su totalidad, pudiendo, de ese modo, obtener un producto final de una calidad
casi predecible. En este caso para los músicos fue casi como tocar un concierto
en vivo, pero en el estudio de grabación, imponiéndose ellos mismos la
necesidad de hacerlo con una calidad superlativa. Se registraron siete
canciones en siete días. En palabras del mismo S.Wilson: “Lo que ustedes oyen,
además de mi voz, es una banda tocando en vivo. Pueden creerlo? En 20 años de
hacer álbumes de estudio, nunca he hecho esto antes”. Claro, recordemos que para hacerlo ha contado
con la colaboración de un reconocido ingeniero de grabación como Alan Parsons
(dos de sus trabajos más recordados, entre muchos otros, han sido “Abbey Road”
junto a los eternos “Fab Four”, en calidad de asistente de grabación, y en “The
Dark Side Of The Moon”, obra maestra de Pink Floyd), y un grupo de músicos de
una calidad profesional admirable, ellos son Theo Travis (vientos, saxo,
flauta), Adam Holzman (teclados y piano), Marco Minnemann (batería), el
baterista alemán que fuera comparado al mismísimo Keith Moon (The Who) por su
estilo de ejecución, Guthrie Govan (guitarra) quien ha sido elogiado por
músicos como Steve Vai, Joe Satriani, Paul Gilbert, entre otros grandes, y Nick
Beggs (bajo y Chapman Stick), el que, sin dudas, es uno de los mejores bajistas
del momento, y por supuesto Steven Wilson en guitarras. Un dato que para muchos
puede pase un tanto desapercibido, es que los arreglos de cuerdas que se
escuchan en algunos temas fueron hechos por Dave Stewart, el recordado
compañero de Annie Lennox en Eurythmics, siendo interpretados por la London
Session Orchestra.
Steven Wilson
reconoce que decidió grabar el disco de este modo porque muchos de los grandes
álbumes de jazz-rock que siempre le han causado admiración, fueron grabados en
vivo en los estudios. En sus propias palabras: “La idea fue, de alguna manera,
capturar la espiritualidad y la clase de improvisación del jazz, y por lo
tanto, hacer que los músicos de rock tocaran, también, de una manera
diferente”.
“Luminol” es el
primer tema del disco, con un comienzo directo, con mucha fuerza lograda a
través del juego potente y recurrente que generan el bajo de Nick Beggs y la
batería de Marco Minnemann. Del mismo modo, otro de los que se luce en este
tema es Adam Holzman en órgano Hammond y Mellotron. El mismo S.Wilson ha
sugerido que algunos encontrarán cierta similitud a la recordada interacción
que se producía en Yes entre el sonido de la batería de Bill Bruford y el bajo
de Chris Squire. La idea del tema nace a partir del imaginario del músico
inglés quién supone que un músico callejero con el que se cruza todos los días
al salir de su casa, muere víctima de una hipotermia o un accidente, y sin
embargo, sin saber que esto ha ocurrido, sigue parado en el mismo lugar tocando
eternamente para los supuestos transeúntes que no lo ven, o tal vez sí…
“Drive Home” es una
hermosa melodía con un profundo dejo de melancolía y tristeza: un matrimonio se
encuentra subido a un auto en dirección a su hogar, cuando el hombre al frente
del volante cada vez que gira la vista en busca de su mujer, percibe con
sorpresa, que ella no se encuentra a su lado. Ante este hecho, detiene el auto
y se lanza a buscarla desesperadamente. Años más tarde, de forma misteriosa,
ella se le aparece. Lo que él no sabe, o su memoria intenta borrar es que han
tenido un terrible accidente, en el que ella perdió la vida por culpa de la
imprudencia de su pareja. En cuanto al aspecto técnico de este tema es muy
interesante escuchar al guitarrista Guthrie Govan realizando, al decir de
S.Wilson, uno de los mejores solos de guitarra que se han registrado, y que fuera hecho también en una sola
grabación. Govan cuenta que este tema fue grabado con una guitarra LaRose, muy
similar a una Fender Jazzmaster, la que tenía incorporada en un sector externo
de su cuerpo, un mecanismo conocido con el nombre de EBow (se trata en realidad
de un dispositivo de mano que mueve las cuerdas de la guitarra a través de un
campo electromagnético, generando de este modo, una sonoridad similar a la de
un arco que se desliza sobre las mismas). Es interesante resaltar el modo en
que, por momentos, se filtra una melodía con un dejo de estilo barroco,
abriendo paso al sonido de la guitarra acústica de S.Wilson.
“The Holy Drinker” se
trata de un sujeto que reta al mismo Diablo a una competencia de bebedores,
donde por supuesto el retador pierde y es arrastrado al infierno. Lo
sorprendente de este tema es que tratándose de una melodía particularmente
heavy, el sonido característico de este estilo es logrado a través de saxos
soprano y barítono, pianos Fender Rhodes distorsionados, órgano Hammond, xilofones
y bajo, con ausencia de las clásicas guitarras metaleras. Un dato curioso: aquí
el bajo es ejecutado por S.Wilson, mientras que Nick Beggs se luce al frente de
su Chapman Stick, mientras Alan Parsons colabora al frente de una guitarra
tocada con efecto.
“The Pin Drop” es la
historia del fantasma de una mujer que ha sido asesinada por su esposo. Ella se
ve flotando sobre un río, resignada a la finitud de su propia vida: “I have not
lived and loved enough” señala en un fragmento de la letra, representando el
obsesivo pensamiento de Steven Wilson en torno a ideas y afirmaciones tales
como el fin de la existencia, la vida después de la muerte, la energía eterna
del alma, la angustia de la propia muerte.
“The Watchmaker” es
definitivamente uno de los mejores temas del disco, acaso el mejor. Nos sitúa
frente a la figura de un viejo relojero que ha matado a su mujer y la ha
enterrado debajo del piso de su casa. El espectro de ella se le volverá a
aparecer al relojero al final del tema para decirle que jamás se podrá librar
de su presencia: “I’m still inside you”
es la frase que resume el final de semejante presagio. Se descubre en su
melodía una característica muy especial, se trata de un claro homenaje a una de las bandas inspiradoras de Steven Wilson:
Pink Floyd. En su versión en vivo se despliega un gran telón casi transparente
sobre el escenario, donde se proyecta la imagen del viejo relojero escrutando
con su vista las caras del público, mientras se escucha el tic-tac de un reloj,
que prologa el comienzo mismo del tema, en clara referencia a “Time”, cuarto
tema del lado A del disco “The Dark Side Of The Moon”, de la recordada banda
inglesa. Técnicamente estamos frente al climax de la obra, la fusión de cada
uno de los instrumentos que interactúan al final presagia el cierre de la
misma, el que se producirá a partir del siguiente tema.
“The Raven That Refused To Sing” es el tema de
cierre, el que a su vez le da nombre al disco. La historia se centra en un
anciano amargo, solitario, que no ha tenido nada significativo en su propia
existencia. Siendo niño, su hermana mayor a la que adoraba, muere, no pudiendo
sobreponerse a esta pérdida en toda su vida. Un día aparece un cuervo en su
jardín, el que extrañamente permanecía nevado todo el año. El cree que en el
ave se manifiesta el espíritu de su hermana muerta y le pide que cante, como
prueba de ello. Una vez, sólo una vez el cuervo canta y el anciano afirma que ha
sido el espíritu de su ser querido el que lo ha venido a visitar. Y nuevamente Edgar
A. Poe presente en este tema, con su obra “The Raven”, pudiendo apreciarse
claros paralelismos entre ambas creaciones. El final se siente apoteótico, es
uno de esos cierres que no me cuesta imaginarlo sobre un escenario con un gran
coro de voces, orquesta sinfónica y caída del telón ante la ovación de una sala
colmada de público.
Seis temas que
resumen lo que a mi entender es el disco del año, no sólo por su calidad
musical, o por su originalidad en el proceso de grabación, sino porque no me
parece arriesgado decir que Steven Wilson ha renovado, o tal vez, hecho renacer
el género del rock progresivo. Aquellos que alguna vez nos detuvimos a escuchar
esos largos movimientos casi sinfónicos de grupos como Yes, los que eran
tildados muchas veces de tediosos, sin serlo, y que ciertamente pudimos
apreciar y valorar con mayor entusiasmo siendo ya adultos, podemos decir que un
disco como “The Raven…” ha venido a insuflar nueva vida a un género que nunca
debió haber caído en desgracia, o al menos, nunca haber sido condenado a ella.
En palabras de Steven
Wilson: “He ingresado en un universo donde la música parece no obedecer ninguna
regla mas. Es más mental, más egoísta, más pura, más espiritual. Hay más de la
sensibilidad del Jazz en ella, lo cual es algo que, yo creo, estuvo ausente en
mis discos anteriores”.
Alberto Cesar
Della Bianca
Fuentes
audiovisuales y publicaciones consultadas:
1.Wikipedia
2.Revista “Prog”, Stephen Humphries y Chris Roberts, Nº
33, Enero 2013
3.“The Raven That Refused To Sing (and other stories),
Steven Wilson, CD, 2013.
Genial Albert!!! Te felicito!! Además, excelente disco!!
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