domingo, 14 de noviembre de 2010

Paul McCartney en Argentina.



Cómo expresar en palabras las notas de una partitura que ha sido la banda de sonido de tu propia vida, cómo encontrar el término justo para describir la música que te acunó, te acompañó en tu vida y creció a tu lado, cómo lograr en uno o dos conceptos explicar el porqué de las lágrimas ante el primer acorde de un sonido que te devuelve a los mejores años de tu vida. Tal vez, simplemente, sólo con diez letras, dos palabras: The Beatles. Una vez mas estuvo con nosotros Paul McCartney y eso fue lo que pasó…nuestra vida volvió a escuchar el sonido de esa hermosa partitura llamada Paul McCartney, John Lennon, George Harrison, Ringo Starr y con ella los recuerdos, los buenos y los malos, los gratos y los ingratos, las ausencias dejaron de serlo y convertidas ahora en presencias estuvieron a nuestro lado tan sólo por tres horas, eternas, hermosas e infinitas.

Maravillosas horas…mágicas y misteriosas horas…

En esta mañana de domingo, siento que de a poco me voy instalando en tiempo y espacio nuevamente, otra vez me bajo de ese maravilloso bus en el que iniciara hace pocos días mi propia e inolvidable gira mágica y misteriosa, y ahora se imponen las palabras que pugnan por salir y expresar el rito sagrado de aquella noche.

Levanto la vista y veo el estadio a lo lejos, su imponente presencia me recibe entre familias enteras que caminan a mi lado, padres con sus hijos y también abuelas, que quizás hayan sido aquellas que allá por los tempranos sesentas gritaban desaforadas ante la sola presencia de los cuatro genios de Liverpool, veo pancartas, remeras (la mía propia es negra y muestra una leyenda en letras blancas bien marcadas con el texto “The Beatles”), siento el viento del río que despeina mis escaso pelo hoy ya canoso, pero que por un momento me devuelve a aquellos años de pelos largos que se agitaban en mi cabeza ante el sonido de la música de los Fab Four, puedo percibir la emoción en el ambiente, la magia está presente una vez mas.

A pocos minutos del ingreso del gran Paul McCartney en el escenario todo un estadio repleto a “capella” comienza a cantar el estribillo de “Hey Jude” y algo me dice que esto va a ser muy fuerte, inolvidable ciertamente.

Con la proyección de imágenes de íconos de época, tapas de discos, de periódicos de los sesenta, de pequeñas filmaciones en blanco y negro que ya hemos visto una y mil veces y que volveríamos a ver una y mil veces mas, cada pantalla a ambos lados del escenario nos señalan que el gran momento se acerca, y así es, comienzan a bajar las luces, y ahí está: PAUL McCARTNEY aparece una vez mas ante nuestra vista y estalla el estadio, ovación imponente para una figura que ya está a la altura de los grandes de la música clásica, que ha seguido el camino que alguna vez fuera construído paso a paso por otros grandes como fueron Mozart, Beethoven, Bach, Vivaldi, por sólo mencionar algunos de esa galería maravillosa de genios que precedieron a los cuatro músicos de Liverpool.

Van pasando una a una las canciones de Los Beatles en un desfile interminable de emociones, veo a uno de mis lados un padre con sus dos hijas y su señora secar sus lágrimas ante cada tema, ante cada recuerdo, a mi otro lado una niña apenas dejando la adolescencia grita como aquellas adolescentes de Londres allá por 1963, me creo inmune, pienso yo no puedo, no debo emocionarme y de pronto al piano suenan los primeros acorde de “Let it be” y no sé porqué me acuerdo de mi vieja, la responsable de todo esto, la que me regalara mi primer disco que fue justamente un “The Beatles” (era un viejo álbum pirata con un compilado de grandes éxitos que aún conservo), estará ella en ese momento a mi lado y yo no lo sé…tal vez…y se me nubla la vista, las lágrimas quieren salir y salen y soy uno mas de los miembros del club del Sargento Pepper.

Primeros sonidos de “Eleanor Rigby”…look at all the lonely people…y está todo dicho, al menos para mí.

“Yesterday” fue para mí el punto culminante, no salgo de mi asombro, cuando percibo que el estadio entero entonó la letra completa de la canción, algo que me remite en el recuerdo a marzo de 1981 cuando la misma sorpresa brotaba del rostro de Freddy Mercury y Queen con su ya eterna “Love of my Life”, el mismo asombro que veo en las pantallas tiene Paul McCartney, cuando al cambiar guitarras al final del tema le expresa a uno de sus asistentes con un gesto de “esto es muy fuerte” tocándose el pecho, el corazón, ese que ya es propiedad de todo un planeta, no del planeta que gusta con agredir la música de Los Beatles, ese que desgraciadamente tuve que volver a escuchar por estos días en boca de muchos que expresan un desprecio que no logro comprender, como si la música de ellos los hubiese dañado, los hubiese privado de algo maravilloso en sus propias vidas. Tal vez diría el Quijote: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”…

“Blackbird” es lo que llamaríamos un tema especial, lo percibimos en un silencio casi místico, algunos entonamos su letra casi en un silencioso murmullo de respeto.

“All My Loving” y todos estamos delirando en nuestros lugares, exactamente igual que cuando suena “Day Tripper”, “Obla Di, Obla Da”, o los mismos “Jet” y “Band on the Run”, estos últimos de “Wings” la banda de Macca después de la separación de The Beatles, ya casi al final suena “Sgt. Pepper’s” y otra vez el delirio de todo un estadio. Claro que si de momentos apoteóticos se trata creo que el esperado “Hey Jude” ha sido el mejor, por lejos, el viejo juego de Paul haciendo cantar a mujeres y hombres por separado, para luego confluír todos en un canto único del estribillo, el que me hubiese gustado escuchar desde fuera del estadio para apreciar hasta dónde llegaba ese sonido tan emocionante, tan imposible de cantar si no hace con toda la fuerza del alma.

“Live And Let Die” fue algo…cómo decirlo…supremo, el estallido de fuegos artificiales iluminando el estadio por entero, las llamaradas que brotaban del escenario, en fin…realmente debo reconocer que en ese momento en que todos delirábamos, me hubiese gustado con una palmadita en el hombro decirles a los Guns N’Roses: Boys, you must learn!

Capítulo aparte para los homenajes a John Lennon prologados por una ovación con canto futbolero incorporado por parte del estadio con un “olé, olé, olé, olé, Lennoooon, Lennoooon…” y al inolvidable George Harrison con una versión de “Something” que nos pone la piel de gallina a todos cuando Rusty Anderson, un guitarrista de lujo de la banda, puntea las notas de la eléctrica de forma tal que el mismo Harrison habría aplaudido de pie.

…y hablando de bandas, la banda de Paul se merece un comentario aparte también, son cuatro músicos excepcionales, lo cual prueba que el beatle sabe con quienes presentarse sobre un escenario…bueno...que duda cabe no…antes lo hacía con John, George y Ringo!!! Rusty Anderson en guitarras, el tecladista Paul Wickens, Brian Ray en guitarras y bajo, y el simpático Abe Laboriel Junior al frente de su batería la que ejecuta con una pasión y una fuerza realmente admirables.

De a poco va llegando un final que nadie desea que llegue. Con ese final, suenan las primeras notas de “A Day in the Life” y todos nos acordamos del gran John y del inolvidable George Martin, aquél genio que nos fuera legado de la música clásica para pulir el diamante en bruto hallado en las minas musicales de Liverpool. Pasa “Helter Skelter”, un tema con una fuerza inusitada y que alguna vez probablemente sea reconocido como el gen de lo que años mas tarde será denominado como “Hard Rock”.

Con “Get Back” todos sabemos que al igual que en aquél viejo álbum “Abbey Road” este tema va a ser uno de los últimos, si bien el final oficial es marcado después de tres horas mágicas e inolvidables por “The End”

… And in the end, the love you take
Is equal to the love you make…


Voy saliendo del estadio embargado por una emoción difícil, muy difícil de describir, en una larga procesión de familias enteras, las mismas con las que inicié el ritual de ingreso al estadio tres horas antes camino hacia mi próxima estación, me vuelvo a subir al bus de esta gira mágica y misteriosa, alguno dice que posiblemente haya sido esta la última vez que veamos un Beatle por estas tierras, no lo sé, aún no lo sé, tal vez sí, tal vez no. De todos modos, la gira sigue, la magia nunca se terminará. Todo aquello que ha significado en nuestras vidas la música de los Fab Four, la partitura con la que The Beatles musicalizaron cada uno de nuestros recuerdos, cada una de nuestra vivencias seguirá por siempre viva.

Muchos habrán sacado fotos, filmado, en fin, volcado en una cámara o celular aquellas dos noches, pero la única verdad es que el día en que cerremos los ojos para siempre estos recuerdos serán los que llevemos por siempre con nosotros hasta el final, guardados en nuestra memoria, en nuestras retinas.

Alguna vez me preguntaron porqué me gustaban tanto Los Beatles, a lo que respondí porque creo en Dios. Indudablemente la explicación sobre tal afirmación no se hizo esperar: Sólo Dios pudo haber unido, en un momento de ese gran ingenio químico, cuatro elementos de la tabla periódica de elementos musicales, combinarlos y generar del mismo modo en que dos partículas de hidrógeno y una de oxígeno generan agua, esa maravilla musical llamada “The Beatles”.

Cómo expresé en mis primeras líneas en Facebook: Gracias Paul, Gracias The Beatles!!!

Por mil años mas de los Fab Four, para nosotros, para nuestros hijos y para las generaciones que alguna vez los escucharán como nosotros hoy lo hacemos con los grandes de la música clásica.

Alberto Della Bianca.

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