domingo, 5 de abril de 2015

Brevísimo ensayo sobre la soberbia y la subestimación del prójimo.

Hace ya un tiempo que noto en algunas personas una caprichosa actitud de subestimar a los que los rodean, ya sea que se trate de familiares, amigos, compañeros de trabajo, empleados, etc. Parecerían creer ellos que han sido señalados por alguna inteligencia superior para decidir quién es capaz y quién es incapaz. De pronto, sus actitudes de arrogancia, de soberbia, lindantes muchas veces en el mal trato y en los malos modales, gozan de una creencia de impunidad tales que, confieso, me asombran. Es como suponer que la amistad es un cheque en blanco para decir y/o hacer cualquier cosa, total el otro siempre me va a perdonar, se va a callar, no va a responder de ninguna manera, y eso seguirá asegurando la existencia del vínculo, y también la posibilidad de seguir subestimando al subestimado. Si algo aprendí de mis padres, y por supuesto, de mis maestros en la escuela, es que nadie es mas que nadie. Todos los seres humanos que transitamos por este mundo y por esta vida somos imperfectos, cada uno tiene sus defectos y claro está, sus virtudes también, pero de ninguna manera nadie es mas que nadie. Todos tenemos la obligación moral, ética, de respetar al otro, al prójimo, y si por las circunstancias que fuesen, uno notara que en cualquier aspecto se encuentra mas informado y/o educado que el semejante, la obligación de uno es informar y/o formar al otro, no subestimarlo, no humillarlo, porque eso habla a las claras del tipo de persona que uno es. Si subestimo, demuestro la debilidad que tengo y el tácito reconocimiento de mi ignorancia que me llevará a esa especie de actitud defensiva basada en el desprecio del otro, en cambio, si trato de informarlo, de capacitarlo, o incluso si yo mismo reconozco, sin ningún tipo de vergüenza, mi propio error, eso nos eleva y nos dignifica como seres humanos. No existe mayor grandeza que la humildad de carácter en una persona, eso la hace digna y respetable a los ojos del resto.
Tenía necesidad de escribir estas breves líneas, reflejo de un pensamiento que hace ya un tiempo me acompaña, atento que cada vez noto con mayor asiduidad esta actitud de irritante soberbia en muchas personas. No voy a cambiar el mundo, ni esas actitudes por haber escrito esto, pero supuse era necesario hacerlo, tal vez por aquello de "cuando quieras saber lo que pienso de vos y tus actitudes, te invito a dar una vuelta por mi blog y leer estas breves líneas".


jueves, 2 de abril de 2015

Malvinas, a 33 años mi homenaje en un recuerdo personal.

Mucho se ha dicho, mucho se seguirá diciendo. Malvinas, ha sido, es, una herida abierta en el corazón y en el alma de gran parte de los argentinos. Nadie que esté en su sano juicio se atrevería a decir que no nos pertenecen. Histórica, geográfica, sentimentalmente son argentinas, pero hoy, en este presente que vivimos, tenemos el deber de entender que no es a través del derramamiento de sangre que hemos de recuperarlas. Hoy tengo la necesidad de escribir estas líneas, al igual que lo hago cada 2 de abril, porque hace 33 años atrás me encontraba cumpliendo con el Servicio Militar Obligatorio.

Quiso Dios, la suerte con la que cada uno de nosotros nacemos, el breve tiempo de desarrollo del conflicto, o la conversión mística de mi madre de luterana a católica, yendo a rezar a la Iglesia de la Medalla Milagrosa, el que yo hoy esté acá sentado frente a mi computadora, y no debajo de una cruz blanca en el Cementerio de Darwin. La necesidad de escribir este texto nace del dictado de mi conciencia de convertirlo en un humilde homenaje a los que combatieron y cayeron, a los que volvieron, y a los que, como nosotros, supimos que en cualquier momento nos iban a subir a un avión Hércules con destino Malvinas, y aún así y todo, ninguno de los que integraba la Compañía "B-Curupaytí" del Regimiento de Infantería I "Patricios", evaluó en momento alguno, la opción de desertar. Al contrario, formamos un grupo humano solidario, un grupo de adolescentes de no mas de 19 años de edad (es así, aunque algunos se rasguen las vestiduras, éramos adolescentes a los que nos gustaba el rock, ir a bailar, jugar al futbol, ninguno de nosotros pensaba en empuñar un arma para ir a una guerra), en definitiva terminamos siendo un grupo de amigos que de haber tenido que luchar, lo hubiésemos hecho con el mismo coraje con el que lo hicieron los que allí estuvieron.

Quise, a modo de homenaje, narrar alguna anécdota vivida en aquellos días, no sin antes dejar en claro que Malvinas, para mí, hoy a 33 años, representa la voluntad de un grupo de desquiciados que se jugaban su última carta para perpetuarse en el poder, y a los que no les importó un bledo provocar la muerte de mas de 800 jóvenes, claro está, poco podía importarles provocar este desastre, si ya se habían cargado la vida de miles de compatriotas que hoy forman parte de la larga lista de desaparecidos que todos conocemos.

En lo personal, jamás les voy a perdonar, especialmente a los ideólogos de esta aventura bélica y a los siempre inútiles útiles que llenaron la Plaza de Mayo, el sufrimiento por el que mis padres tuvieron que pasar, ante la potencial pérdida de su único hijo, y las horas de sufrida incertidumbre que todos nosotros, los jóvenes de 18/19 años de ese momento tuvimos que padecer entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982.

Nunca voy a olvidar dos situaciones que vivimos por aquellos días y que voy a contar como una forma de homenajear a la generación Malvinas.

La primera ocurrió mientras hacíamos nuestra instrucción de guerra en Campo de Mayo. Recuerdo que una noche mientras dormíamos en nuestras carpas de campaña, a eso de las dos o tres de la mañana, aproximadamente, fuimos levantados de forma intempestiva bajo la orden de deshacer las carpas y armar los bolsones porta equipos. Ante la pregunta de un compañero mío inquiriendo sobre las razones de esta decisión, la respuesta fue terminante: "Ustedes, soldados, se van para Malvinas!!!".  Yo invito a aquellos que lean esto, a que reflexionen sobre el significado de este momento en las mentes de adolescentes de apenas 19 años, es casi como decirte que te quedan apenas unos pocos días de vida.
La primera reacción que tuvimos fue la de querer acercarnos a un teléfono público para llamar a nuestros padres y comunicarles esta situación, cosa que obviamente, nos fue prohibida. La segunda reacción fue la de algunos compañeros, no muchos, de desesperación, una desesperación que casi rozaba el llanto. Viene a mi memoria el recuerdo de uno de ellos, al que yo intentaba convencer de la imposibilidad que nos enviasen a Malvinas, cosa que por supuesto ni yo mismo me creía.
Recuerdo el viaje de regreso de Campo de Mayo hacia la sede del Regimiento en el barrio de Palermo, en los camiones verdes del Ejército, fumando nuestros cigarrillos en un silencio abrumador, que solo era quebrado por el ruido del motor de los pocos autos que a esa hora circulaban por las calles.
Finalmente, nuestro arribo al cuartel tuvo el único objetivo de cambiar la guardia del Regimiento para poder así enviar al sur, a los conscriptos de la clase '62 que se encontraban cumpliendo sus últimos meses de servicio militar. Pensaba escribir el nombre del simpático cabo del ejército que nos tuvo engañados durante varias horas con nuestra supuesta partida a la guerra, disfrutando con total perversidad de ver dibujados en nuestros rostros el miedo, la tristeza, y la desazón, pero decidí mejor no hacerlo, dar su nombre de alguna forma lo perpetuaría en estas líneas, y no se merece algo así tamaño hijo de puta.

La segunda situación que deseo contar la vivimos el sábado 12 de junio, ese día me tocó estar de guardia en el portón principal de ingreso al Regimiento, sobre la Avenida Bullrich. En esa jornada inolvidable el Papa Juan Pablo II daría una misa multitudinaria en el Monumento a los Españoles, orando por el fin del conflicto entre Argentina e Inglaterra. Nunca voy a olvidar a ese otro pueblo, no el inútil útil, sino el que no quería ver adolescentes muertos, el que no quería la guerra, el que estaba harto del autoritarismo, de la violencia, de tanta muerte y sangre derramadas, el que le decía, de alguna manera, basta a la espantosa dictadura militar que ya se encontraba, a Dios gracias, en estado de coma. Ese pueblo pasaba delante de la reja del portón principal y sabiéndonos soldados conscriptos, nos regalaban cigarrillos, galletitas, alfajores, nos saludaban emocionados, ese era el pueblo que, de alguna forma, y tal vez junto a los rezos de mi madre, iba a permitir que todos los que formábamos parte de la inolvidable Compañía de Infantería "B-Curupaytí" pudiésemos seguir con nuestras vidas, volver a nuestros hogares sanos y salvos, y ponerle un punto final a la peor pesadilla que nuestro país tuvo que vivir durante largos ocho años.

Hay muchas mas historias, pero creo que las dos que elegí reflejan de algún modo, el principio y el final de aquellos espantosos días que me tocó vivir.
No sé cuantos leerán estas líneas, tal vez pocos, algunos probablemente se preguntarán qué sentido tiene escribir todo esto, y otros se emocionarán como me pasó a mí mientras recordaba y escribía.

Para mí esta es una forma de exorcizar viejos fantasmas de aquellos días, y es también una forma de rendir homenaje, como ya lo dije, a los que cayeron, a los que volvieron y a mis compañeros de colimba que nunca más volví a ver, pero que en aquellos días fueron mis hermanos en la vida.

Malvinas está en mi corazón, pero jamás voy a avalar que se derrame una sola gota de sangre mas, sea argentina o inglesa, por una causa que debe ser resuelta a través de la diplomacia, así nos lleve 500 años lograrlo.

En mi recuerdo siempre estarán las lágrimas de mi padre, los rezos de mi madre, las llamadas y mensajes de mis amigos, hoy mis hermanos, y el honor, valor y compañerismo de mis también hermanos de la "B-Curupaytí". A todos ellos, mi agradecimiento eterno.



sábado, 31 de enero de 2015

Hay...

Hay momentos que quisiera volver a vivir...
Hay sonrisas que desearía recuperar...
Hay amores que quisiera volver a vivir...
Hay más de un "Te pido perdón" y un "Te quiero" que no dije y debería haber dicho...
Hay abrazos que necesito volver a sentir...
Hay besos que no se olvidan...
Hay perfumes y aromas de mujer que aún invaden mis sueños...
Hay melodías que desearía volver a escuchar...
Hay canciones que quisiera poder tocar...
Hay lugares en los que desearía volver a estar...
Hay discusiones que deseo alejar...
Hay paisajes con los que desearía despertar cada mañana...
Hay sonidos que quisiera oír todos los días hasta el último suspiro...
Hay playas, soles y mares que cada tanto me vuelven a visitar...
Hay rostros que desearía volver a ver, rostros que ya no están...
Hay lágrimas que no quisiera volver a derramar...
Hay soledades que desearía no volver a tener...
Hay sueños que quisiera convertir en realidad...
Hay hermosas imágenes que guarda mi memoria y a las que desearía volver...
Hay charlas que quisiera repetir...
Hay alegrías compartidas que desearía volver a vivir...
Hay tristezas que quisiera borrar de mi alma...
Hay seres muy queridos que ya no están y con los que desearía volver a compartir un día de mi vida...
Hay copas en diálogos compartidos con mis padres que ya no se repetirán...
Hay esperanzas y sueños que se diluyeron y que quisiera recuperar...
Hay amigos y amigas que cayeron en el camino...
Hay voces que ya no volveré a escuchar...
Hay cielos que no quisiera dejar de admirar...
Hay vidas que desearía volver a vivir...
Hay silencios que quisiera volver a sentir...
Hay pasados que desearía convertir en presentes...
Hay presentes que quisiera convertir en pasados...
Hay música en tu alma y en la mía deseando nacer...
Hay menos vida por vivir que la vivida...
Hay vida...
Hay sueños...
Hay esperanza...
Hay fe...
Hay fuerza...
Hay deseo...
Hay querer...
Hay...lo que tu quieras que haya.