sábado, 27 de febrero de 2010

Coldplay: lo prometido es deuda.



Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que en la noche del viernes 26 de febrero de 2010 cuatro músicos ingleses me dieron uno de los mejores regalos de cumpleaños que uno pueda recibir, en especial si le gusta la música, la buena música y los buenos recitales de estadios: el show de Coldplay fue absolutamente maravilloso.

En primer lugar se debe resaltar el profesionalismo y el respeto de la banda inglesa, el espectáculo montado fue completamente el mismo que vienen desarrollando en su gira mundial, en ningún momento podría uno insinuar un show de segundo nivel para países como el nuestro, al contrario el reconocimiento y admiración de Chris Martin, Guy Berryman, Jon Buckland y Will Champion por el público argentino quedó absolutamente probado en el mismo momento en que setenta mil almas coreaban ese ya consagrado “olé, olé, olé, olé…Coldplaaay…Coldplaaay!!!”, al que inmediatamente dos guitarras acústicas y una mandolina le ponían música de fondo. Al decir de Chris Martin que el público argentino es uno de los mejores del mundo, uno bien podría pensar que se trata sólo de una frase de cortesía, pero para quien como yo, ha asistido a tantos recitales esto es una verdad contundente: creo que no debe existir público en el mundo de habla hispana, que pueda entonar una canción en inglés como lo hace el nuestro, pudiendo en algunos casos llegar a conocer la letra en el idioma de Shakespeare íntegramente, y esto fue lo que sucedió anoche, sin dudas, una vez mas.

El de anoche fue uno de los mejores recitales que me ha tocado presenciar en los últimos años, sin dudas. Desde mi llegada al estadio Monumental realizada debajo de una molesta llovizna que alimentaba mis temores de un recital bajo el agua, lo cual por supuesto no me iba a amedrentar, en especial cuando el público comenzó a encenderse clamando por la presencia de la banda, hasta el mismo momento en que las luces del estadio comenzaron su lento devenir en oscuridad y empezaron a sonar las primeras notas de “Life in Technicolor” prologando la aparición de los músicos en escena y lo que iba a ser el inicio de una noche inolvidable.

El maravilloso tapiz de Eugène Delacroix “La libertad guiando al pueblo” que fuera elegido por Coldplay como tapa de su último cd, aparece ahora como fondo del escenario en una reproducción que hubiese maravillado al mismo pintor francés, que seguramente nunca habría podido imaginar que ciento ochenta años después sería visto por millones de personas en todo el mundo, producto de la decisión de una banda inglesa llamada Coldplay. Es así, que se van sucediendo imágenes una tras otra, detrás de los músicos, por debajo de cinco globos gigantes que simulan ser planetas y que van cambiando de colores y dibujos conforme van avanzando cada uno de los temas. Al mismo tiempo, cinco globos gigantes iluminados flotan en la parte superior de las tribunas del estadio jugando con las luces de los laser que nos recuerdan el video de “Speed of Sound” y la pantalla multicolor sobre la que aparece cantando Chris Martin.

Y si de temas se trata…el inicio del recital con los clásicos de siempre hace delirar al público, se van sucediendo “Clocks”, “Speed of Sound”, “Yellow”, una versión melódica interpretada al piano por Chris Martin de “The Hardest Part” que trae a mi memoria el recuerdo de aquella ancianita que provocaba las delicias y despertaba los temores de las asistentes, con sus movimientos de baile cual adolescente en su clase de gimnasia, en aquel video mechado de la banda inglesa.

Llega el turno de “In my Place” y aquí es cuando mi vista cambia de dirección abandonando el escenario y viendo al público entonar la letra como si estuviésemos en Wembley o en el O2 de Londres…y puedo asegurarles que por un momento tengo la sensación de que realmente estoy en la capital inglesa, llovizna como si estuviese parado en alguna calle cercana al Támesis, tengo la sensación que al salir me voy a encontrar con los buses de dos pisos y los taxis negros “girando” por Piccadilly Circus, y quien sabe si no será el Big Ben quien me de la hora al salir del estadio.

“Fix you” marca el comienzo de lo que será la parte mas fuerte y clásica de la noche, el tema con su característico inicio de balada melancólica, que de a poco va ganando fuerza e intensidad en su ritmo, para desembocar en el esperado golpe de batería de Will Champion y el estallido de fuegos artificiales en la cabecera del estadio que provoca el delirio de todos.

Comienza el momento de la interacción de la banda con el público y Chris quiere que la gente haga la ola con los celulares encendidos…y la audiencia cumple y cómo cumple…es un espectáculo aparte, imposible de expresar con palabras ver una impresionante ola de lucecitas moverse a lo largo de las tribunas subiendo y bajando una y otra vez para terminar en el esperado cantito de tribuna que mencioné en un principio, alabando esta especie de ceremonia pagana hecha en devoción de cuatro londinenses que nos están regalando un espectáculo inolvidable y de altísima calidad.

Como si todo lo dicho fuera poco, llega el turno de los nuevos temas de “Viva la Vida” y mi capacidad de sorpresa sigue siendo desbordada cuando le llega el momento al mismo tema que le da nombre al álbum y todo el estadio corea ese estribillo del “oooo…oooo…oooo...ooooo”,pero lo que es aún mas increíble y creo me quedo corto con el término, es que al finalizar el tema el estadio entero por espacio de diez minutos al menos sigue coreando este mismo estribillo ante la mirada incrédula de Coldplay que no puede menos que aplaudir a la gente por tamaña demostración de afecto y agradecimiento.

Ahora ustedes creen que acá terminó todo: No...error...sigan leyendo!

Llega “Lovers in Japan” y acompañados por coloridas imágenes de Tokio se produce la explosión de cuatro columnas que arrojan al aire papeles de colores con forma de mariposas que vuelan sobre el estadio y que con el juego de luces del escenario generan el efecto mas fantástico que recuerde haber visto en un recital de estas características…estoy absolutamente extasiado ante lo que veo y agradecido a Dios y a la vida por estar siendo testigo de esto.

Uno tras otro van sonando los temas del último cd y así van pasando “Violet Hill”, “Cemeteries of London”, “Strawberry Swing” y “Death and all his Friends”, entre otros. Como si el turno de los regalos no hubiese terminado los cuatro ingleses nos premian con un tema country entonado por el calvo drummer de la banda que demuestra no irle en saga a Chris Martin a la hora de tener que cantar y lo que es aún mejor: nos dejan un tema inédito compuesto en homenaje a todas las audiencias y públicos latinoamericanos, gran sorpresa para los cuatro londinenses que quizás no creyeran ser tan respetados y conocidos por estas tierras.

Capítulo aparte para los músicos: Will Champion quizás no sea el mejor baterista de la historia, y quizás ni siquiera le interese llegar a serlo, pero si hay algo que se le debe reconocer es su forma de ejecutar la batería, las ganas y el profesionalismo con que lo hace son dignas de mencionar, sumado al acompañamiento en voces que respalda el buen trabajo de Martin al frente de la banda. La guitarra en manos de Jon Buckland es uno de los pilares que sostiene a Coldplay y es el que, sin dudas, le da la fuerza para ser lo que son, mas allá de la crítica ligera de algunos desvelados que lo han acusado de querer copiar al insuperable “The Edge” en el estilo de ejecución de tan maravilloso instrumento. El bajo de Guy Berriman está presente todo el tiempo, con su figura de músico tímido y parco que parece mas bien alejada de toda la parafernalia propia de los grandes grupos de rock, recordándome al bueno de John Deacon en ese papel de “estrella disimulada” sobre el escenario en los buenos tiempos de Queen.

Llega el final del recital y vuelvo a escuchar a todo el estadio coreando una vez mas el estribillo de “Viva la Vida” enganchándolo con el cantito futbolero rimado con el nombre de la banda y cuando parece que no vamos a tener bis, miro al cielo las nubes se abren, deja de lloviznar y asoma la luna y asoma Coldplay nuevamente sobre el escenario para un cierre apoteótico con todas las luces del estadio encendidas, una sucesión interminable de fuegos artificiales estallando detrás del escenario iluminando el cielo de Buenos Aires y de River en una noche absolutamente inolvidable, y por supuesto la música, la buena música de Coldplay marcando el final.

Comienzo a caminar formando parte de la larga procesión de fans en busca de su hogar o quizás de una cerveza bien fría (este es mi caso), lo que fue un placer es ya un recuerdo, parte de mi memoria, parte de la parte mas hermosa de mi vida, no de “The Hardest Part” of my Life, sino de aquella que me acompañará por siempre, al menos hasta la próxima vez en que podamos recibir a Coldplay en Buenos Aires y decirles “Viva la Vida..Viva la Música..Viva Coldplay!!!

domingo, 21 de febrero de 2010


En cinco días mas tendremos la visita de una de las bandas mas importantes de Indie Rock de los últimos años. Si bien no pude conseguir entradas por esta irrazonable y harto mercantilista forma de comercializarlas, ya nos vamos a arreglar para acceder a lo que presumo será un recital de aquellos que no se olvidan...
Coldplay...de alguna manera ahí estaremos...ya que The Hardest Part será superada para que junto a la Speed of Sound podamos decir: VIVA LA VIDA COLDPLAY!!!

sábado, 6 de febrero de 2010

Ode to "The Cranberries"


Estoy regresando a casa desde mi trabajo, camino debajo de lo que parece presagiarse como una persistente lluvia nocturna, sin embargo la sola idea de estar presenciando el recital de Los Cranberries en un par de horas me hace olvidar de que, al menos por hoy, el tiempo no acompaña…o quizás sí, tal vez para una banda irlandesa nada mejor que un clima irlandés.

Salgo de casa y obviamente no llevo paraguas porque sencillamente nadie que se precie de ser veterano en estas lides de ver recitales lo llevaría…para qué? Por lo tanto, me encomiendo a San Patricio (a qué otro santo en este día no?), confío en que algún Leprechaun amigo me indique el mejor camino y encaro la calle bajo una intensa lluvia que a un par de metros ya me ha convertido en un despojo humano que quizás sea lo mas parecido a un pollo mojado, actitudes de adolescente inmaduro diría un típico adulto con gesto adusto, yo le respondería actitudes de sentirse vivo y con ganas de ir por mas, porque simplemente eso es lo que transmite la música, el rock, y el día que esto ya no se sienta así, será hora de partir.

Llego a nuestro histórico estadio Luna Park y al ingresar me recibe una gran caldera humana, la temperatura empieza a presagiar una noche de mucho calor y eso me remite en el tiempo a aquellos recitales donde el calor o la lluvia eran simples datos anecdóticos. Y no me voy a equivocar, una vez mas, este dato quedará como un obstáculo a remontar por la banda irlandesa y por el público mismo. Es sabido que estas temperaturas infernales afectan la justa afinación de los instrumentos, generan en los músicos un cansancio extra y hasta pueden sumarle a los fans, en el caso de un mal recital, una excusa mas para irse rápidamente a casa. Siento que el calor va en aumento, la impaciencia del público crece, miro hacia mi derecha y me parece reconocer al “grosso” de Alfredo Rosso presto a presenciar el mismo show por el que todos esperamos desde aquellos primeros años noventa, cuando se nos coló por el túnel carpiano de las emociones, la vocecita de una pequeñita Dolores O’Riordan con su inolvidable “Ode to my Family”.

“Lights turn off”…y el calor aumenta, una densa niebla mezcla de humo, vapor humano, fantasmas irlandeses tal vez, cubre el estadio…”blue lights turn on” y la ovación en ese clima pone la piel de gallina…aparece la banda y aparece Dolores O’Riordan sobre el escenario…la tengo ahí nomás, la miro como quien admira una imagen de Botticelli en alguna de sus pinturas, y comienzan sus cuerdas vocales a regalarme esa voz inconfundible, esos tonos que son un regalo para mis oídos…me estoy enamorando de la irlandesa…sí, sin dudas.

Es tan difícil poder expresar en palabras sentimientos y emociones, es tan complejo transmitir lo que se siente cuando comienzan a sonar los primeros temas y la gente entona cada letra de memoria como si nos encontrásemos en la mismísima Dublin, escuchando una banda de amigos dentro de algún pub gigante regalarnos sus temas y así es…van pasando uno tras otro, suena “Linger” y empezamos ese largo viaje a los tempranos años noventa, llevados de la mano de Dolores, la misma mano que no deja de saludar a cada uno de los afortunados fans instalados en las primeras filas, regalando sonrisas sinceras, comentarios en inglés y en un español básico mezclado con un poco de italiano que dibuja sonrisas en nuestros rostros.

Suenan “Ridiculous Thoughts” , “Dreaming my Dreams”, “How” y el clima va en aumento, la intensidad del calor comienza a sentirse, la misma Dolores no hace mas que repetir “I’m roasted” y no deja de arrojarnos vasos enormes llenos de agua para conseguir refrescarnos aunque mas no sea por unos minutos. Es el turno de “Everything I Said” y la dulce melodía nos impone un poco de calma después del paso de algunos temas con los cuales no paramos de saltar y mover los brazos siguiendo las simpáticas indicaciones de Dolores O’Riordan.

Llega "Waltzing Back", un tema que permite el lucimiento de la hermosa voz de esta niña de pelo corto y piel blanca como la misma nieve. Con “Dreams” todo el estadio comienza a saltar, el calor se olvida, el sudor es parte de la lluvia y ya nada importa, todos cantamos y seguimos a la irlandesa en esa extraña mezcla de caminata y danza pendular que realiza en el escenario, yendo y viniendo, de acá para allá, de un costado del escenario al otro. Ahora es el turno de “Salvation” y esto es lo máximo, todos cantamos junto a Dolores, el estadio entero grita orando por la ansiada salvación. Veo y siento el delirio a cada uno de mis costados, la gente en una mezcla de admiración, emoción y alegría no para de bailar, saltar y cantar cada tema. Con “Zombie” no existen diferencias, todos castigamos a una imaginaria batería, mientras otros tocan una inexistente guitarra eléctrica, cuando la banda queda sola tocando un final que estremece al mas pintado. Un capítulo aparte es verla a Dolores tocando la guitarra acústica y la eléctrica, una duendecita que no deja de regalarnos sorpresas, incluso como la que a los pocos temas de iniciado el recital nos dio con su “Ode to my Family”, “el tema” de la banda, ese que nos remite inevitablemente a aquel hermoso video filmado en blanco y negro donde se mezclan las imágenes de pub irlandeses con típicos ancianos de la tierra de San Patricio y por supuesto el particular homenaje a su familia.

Dolores sigue bailando en el escenario, el calor es absolutamente insoportable, pero ya nada importa en especial cuando alguien le arroja una bandera argentina que la irlandesa coloca sobre sus hombros y vaya uno a saber por qué razones del subconsciente no puedo menos que pensar, es para mí inevitable hacerlo, que en un lejano año de 1982 estuvimos en guerra con Inglaterra y por esas cosas de la historia supieron ser los irlandeses, un pueblo hostigado y humillado persistentemente por los ingleses, los que simpatizaran con la causa de un país perdido allá en el fin del mundo que se atrevió a desafiar a la corona británica. Al mismo tiempo, vaya curiosa casualidad, miro mi remera negra que lleva una leyenda blanca bien grande que reza RUGBY y simpáticamente no puedo menos que pensar que Dolores y su banda provienen del país que se ha convertido en nuestro clásico adversario en el deporte de la ovalada, y me acuerdo del Mundial 1999 y del try de Albanese, pero esta vez los dedos de la mano juntos son para acompañar los acordes de “Empty” e ir marcando la despedida de esta gran banda irlandesa, pero hoy Dolores…hoy el try lo anotaron ustedes, hoy cuando la memoria evoca en mí aquel interminable partido que marcara el inicio de nuestra rivalidad deportiva, hoy mi deseo es irlandés, hoy soy yo quien quiere que este partido nunca termine, hoy son The Cranberries los que han logrado con mucho profesionalismo remontar una parada difícil, un calor agobiante, un público exigente y conocedor de las letras de la banda, lo que no es poca cosa en estos tiempos donde todo pasa y nada queda.

Llegamos al final, todos queremos que esto no termine y seguimos coreando el clásico canto final de todos los recitales desde que tengo uso de razón, pero el inevitable bis de la banda ya pasó y no parecen exitir posibilidades de un segundo, y está bien que así sea…”Lo bueno si breve…”.

Nos vamos todos satisfechos, encarando la salida, en Buenos Aires sigue lloviendo, intensamente, y yo sin paraguas…y así tiene que ser porque de lo contrario me estaría volviendo viejo y esa no es la idea, al menos no por ahora. La lluvia me vuelve a bautizar, un bautizo al mejor estilo de un pueblo creyente como el de Irlanda, y vaya uno a saber porqué, pero quizás esta lluvia sea de algún modo santificadora como la música de The Cranberries que acabo de escuchar…como la misma cerveza negra que me espera en mi heladera para brindar por el reconocimiento, por el respeto, por la admiración que le profeso a las buenas bandas, a los buenos músicos, a los creadores de melodías sin las cuales esta vida no sería digna de ser vivida.

Hasta el próximo recital, hasta la próxima banda…Larga vida al Rock!!!