sábado, 6 de febrero de 2010

Ode to "The Cranberries"


Estoy regresando a casa desde mi trabajo, camino debajo de lo que parece presagiarse como una persistente lluvia nocturna, sin embargo la sola idea de estar presenciando el recital de Los Cranberries en un par de horas me hace olvidar de que, al menos por hoy, el tiempo no acompaña…o quizás sí, tal vez para una banda irlandesa nada mejor que un clima irlandés.

Salgo de casa y obviamente no llevo paraguas porque sencillamente nadie que se precie de ser veterano en estas lides de ver recitales lo llevaría…para qué? Por lo tanto, me encomiendo a San Patricio (a qué otro santo en este día no?), confío en que algún Leprechaun amigo me indique el mejor camino y encaro la calle bajo una intensa lluvia que a un par de metros ya me ha convertido en un despojo humano que quizás sea lo mas parecido a un pollo mojado, actitudes de adolescente inmaduro diría un típico adulto con gesto adusto, yo le respondería actitudes de sentirse vivo y con ganas de ir por mas, porque simplemente eso es lo que transmite la música, el rock, y el día que esto ya no se sienta así, será hora de partir.

Llego a nuestro histórico estadio Luna Park y al ingresar me recibe una gran caldera humana, la temperatura empieza a presagiar una noche de mucho calor y eso me remite en el tiempo a aquellos recitales donde el calor o la lluvia eran simples datos anecdóticos. Y no me voy a equivocar, una vez mas, este dato quedará como un obstáculo a remontar por la banda irlandesa y por el público mismo. Es sabido que estas temperaturas infernales afectan la justa afinación de los instrumentos, generan en los músicos un cansancio extra y hasta pueden sumarle a los fans, en el caso de un mal recital, una excusa mas para irse rápidamente a casa. Siento que el calor va en aumento, la impaciencia del público crece, miro hacia mi derecha y me parece reconocer al “grosso” de Alfredo Rosso presto a presenciar el mismo show por el que todos esperamos desde aquellos primeros años noventa, cuando se nos coló por el túnel carpiano de las emociones, la vocecita de una pequeñita Dolores O’Riordan con su inolvidable “Ode to my Family”.

“Lights turn off”…y el calor aumenta, una densa niebla mezcla de humo, vapor humano, fantasmas irlandeses tal vez, cubre el estadio…”blue lights turn on” y la ovación en ese clima pone la piel de gallina…aparece la banda y aparece Dolores O’Riordan sobre el escenario…la tengo ahí nomás, la miro como quien admira una imagen de Botticelli en alguna de sus pinturas, y comienzan sus cuerdas vocales a regalarme esa voz inconfundible, esos tonos que son un regalo para mis oídos…me estoy enamorando de la irlandesa…sí, sin dudas.

Es tan difícil poder expresar en palabras sentimientos y emociones, es tan complejo transmitir lo que se siente cuando comienzan a sonar los primeros temas y la gente entona cada letra de memoria como si nos encontrásemos en la mismísima Dublin, escuchando una banda de amigos dentro de algún pub gigante regalarnos sus temas y así es…van pasando uno tras otro, suena “Linger” y empezamos ese largo viaje a los tempranos años noventa, llevados de la mano de Dolores, la misma mano que no deja de saludar a cada uno de los afortunados fans instalados en las primeras filas, regalando sonrisas sinceras, comentarios en inglés y en un español básico mezclado con un poco de italiano que dibuja sonrisas en nuestros rostros.

Suenan “Ridiculous Thoughts” , “Dreaming my Dreams”, “How” y el clima va en aumento, la intensidad del calor comienza a sentirse, la misma Dolores no hace mas que repetir “I’m roasted” y no deja de arrojarnos vasos enormes llenos de agua para conseguir refrescarnos aunque mas no sea por unos minutos. Es el turno de “Everything I Said” y la dulce melodía nos impone un poco de calma después del paso de algunos temas con los cuales no paramos de saltar y mover los brazos siguiendo las simpáticas indicaciones de Dolores O’Riordan.

Llega "Waltzing Back", un tema que permite el lucimiento de la hermosa voz de esta niña de pelo corto y piel blanca como la misma nieve. Con “Dreams” todo el estadio comienza a saltar, el calor se olvida, el sudor es parte de la lluvia y ya nada importa, todos cantamos y seguimos a la irlandesa en esa extraña mezcla de caminata y danza pendular que realiza en el escenario, yendo y viniendo, de acá para allá, de un costado del escenario al otro. Ahora es el turno de “Salvation” y esto es lo máximo, todos cantamos junto a Dolores, el estadio entero grita orando por la ansiada salvación. Veo y siento el delirio a cada uno de mis costados, la gente en una mezcla de admiración, emoción y alegría no para de bailar, saltar y cantar cada tema. Con “Zombie” no existen diferencias, todos castigamos a una imaginaria batería, mientras otros tocan una inexistente guitarra eléctrica, cuando la banda queda sola tocando un final que estremece al mas pintado. Un capítulo aparte es verla a Dolores tocando la guitarra acústica y la eléctrica, una duendecita que no deja de regalarnos sorpresas, incluso como la que a los pocos temas de iniciado el recital nos dio con su “Ode to my Family”, “el tema” de la banda, ese que nos remite inevitablemente a aquel hermoso video filmado en blanco y negro donde se mezclan las imágenes de pub irlandeses con típicos ancianos de la tierra de San Patricio y por supuesto el particular homenaje a su familia.

Dolores sigue bailando en el escenario, el calor es absolutamente insoportable, pero ya nada importa en especial cuando alguien le arroja una bandera argentina que la irlandesa coloca sobre sus hombros y vaya uno a saber por qué razones del subconsciente no puedo menos que pensar, es para mí inevitable hacerlo, que en un lejano año de 1982 estuvimos en guerra con Inglaterra y por esas cosas de la historia supieron ser los irlandeses, un pueblo hostigado y humillado persistentemente por los ingleses, los que simpatizaran con la causa de un país perdido allá en el fin del mundo que se atrevió a desafiar a la corona británica. Al mismo tiempo, vaya curiosa casualidad, miro mi remera negra que lleva una leyenda blanca bien grande que reza RUGBY y simpáticamente no puedo menos que pensar que Dolores y su banda provienen del país que se ha convertido en nuestro clásico adversario en el deporte de la ovalada, y me acuerdo del Mundial 1999 y del try de Albanese, pero esta vez los dedos de la mano juntos son para acompañar los acordes de “Empty” e ir marcando la despedida de esta gran banda irlandesa, pero hoy Dolores…hoy el try lo anotaron ustedes, hoy cuando la memoria evoca en mí aquel interminable partido que marcara el inicio de nuestra rivalidad deportiva, hoy mi deseo es irlandés, hoy soy yo quien quiere que este partido nunca termine, hoy son The Cranberries los que han logrado con mucho profesionalismo remontar una parada difícil, un calor agobiante, un público exigente y conocedor de las letras de la banda, lo que no es poca cosa en estos tiempos donde todo pasa y nada queda.

Llegamos al final, todos queremos que esto no termine y seguimos coreando el clásico canto final de todos los recitales desde que tengo uso de razón, pero el inevitable bis de la banda ya pasó y no parecen exitir posibilidades de un segundo, y está bien que así sea…”Lo bueno si breve…”.

Nos vamos todos satisfechos, encarando la salida, en Buenos Aires sigue lloviendo, intensamente, y yo sin paraguas…y así tiene que ser porque de lo contrario me estaría volviendo viejo y esa no es la idea, al menos no por ahora. La lluvia me vuelve a bautizar, un bautizo al mejor estilo de un pueblo creyente como el de Irlanda, y vaya uno a saber porqué, pero quizás esta lluvia sea de algún modo santificadora como la música de The Cranberries que acabo de escuchar…como la misma cerveza negra que me espera en mi heladera para brindar por el reconocimiento, por el respeto, por la admiración que le profeso a las buenas bandas, a los buenos músicos, a los creadores de melodías sin las cuales esta vida no sería digna de ser vivida.

Hasta el próximo recital, hasta la próxima banda…Larga vida al Rock!!!

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