viernes, 30 de diciembre de 2022

 Y se fue otro año nomás...

«All Things Must Pass»




 Hace mucho tiempo atrás, más precisamente en los años de mi adolescencia gustaba de hacer un balance a fin de año de aquellos hechos o circunstancias que me habían generado felicidad, como así también de las vivencias negativas por las que me había tocado atravesar, léase pérdida de familiares, la mala salud de mi viejo, materias no aprobadas, la novia que te dejó, en fin, para mí era como tomar la balanza y ubicar en sus platillos lo positivo y lo negativo de ese año, y así, de ese modo, comenzar a bosquejar la hoja de ruta del nuevo año, incrementando los hechos felices, y aprendiendo a enfrentar las cosas malas que, de uno u otro modo, suelen ser inevitables.

Con el paso de los años, con la vorágine en la que la vida de adultos nos sumerge, dejé de realizar esta práctica, y finalmente me resignaba a pensar en cómo había terminado el año, lo que ya no constituía un balance, sino algo así como un breve documental, que se proyectaba en mi mente, en algún momento de los últimos días del año que terminaba.

Este año me nació la necesidad de volver a hacer ese balance, y creo, sospecho, que esa necesidad viene de la mano de, simbólicamente, decirle al 2022 que se vaya y que no vuelva. Para mí, en lo personal, no fue un buen año, perdí tres amigos, tres excelentes personas, demasiado ensañamiento de parte de Dios, o de lo que maneje los hilos de la humanidad. Dos Alejandros, y un Diego. Así, los defino, así los tengo presentes. Uno, un compañero de trabajo, ese petiso pelado que todos los viernes a la tarde se escabullía hasta mi escritorio para conversar de música, de álbumes, de modelos de guitarras, en fin...el otro Alejandro, mi profesor de guitarra, que pasó de docente a amigo, un tipo fenomenal al que le debo poder hoy sentarme a tocar tantas melodías que constituyeron y constituyen el soundtrack de mi propia vida, un amigo que tantas veces me hizo de psicólogo cuando la mano no venía muy bien en mi vida, ya fuera con el laburo, o con la maldita pandemia y el espantoso encierro al que nos vimos sometidos, y finalmente, cuando nadie se lo esperaba, se nos fue el gordo Diego, ese que tan afectuosa y gentilmente nos recibía en su campo de Goldney para compartir nuestros inolvidables asados mensuales, esos que ocurrían cada primer sábado de mes y que esperábamos con tantas ansias el resto de sus amigos para olvidarnos de toda lo malo que nos pudo haber estado aquejando en ese último mes.

No fue un buen año. Definitivamente, no lo fue. Si a esto le sumo mis dos episodios de salud, resultado de sucesivos ataques de pánico nacidos quizás en esa búsqueda frenética de respuestas a la pérdida de personas queridas, respuestas que nunca llegan, ni llegarán, el platillo de la balanza comienza a inclinarse hacia lo negativo, mucho más que hacia lo positivo.

George Harrison fue quien dijo que todas las cosas deben pasar, aquello de «All Things Must Pass», y verdaderamente ha de ser así, o mejor dicho, es así. Cuando parecía que todo se encaminaba a un fin de año insulso, totalmente olvidable, casi como para romper en mil pedazos el viejo almanaque, el viento comenzó a cambiar de dirección.

Así fue que me reencontré con un gran amigo de mis años de trabajo en La Ley, el querido Pablo López, con quien compartimos dos excelentes recitales como fueron los de Nito Mestre en el Opera, y David Lebón en el Luna Park, excusa para terminar recordando nuestros años en la empresa, volviendo una y otra vez sobre el disfrute de haber visto a dos grandes del rock nacional transitando sus repertorios con un profesionalismo indiscutible.

Y si de reencuentros se trata, no puedo dejar de mencionar al querido Sergio Swierdlow Sus, compañero de secundaria, beatlemaníaco como quien escribe, con quien compartimos un inédito documental sobre la visita de The Beatles a la India, en su retiro espiritual en Rishikesh, todo esto acompañado de sabrosa comida hindú.

Del mismo modo, viví este año tres inolvidables momentos junto a mi primo Guillermo, mi hermano el Negro Fernández, y la querida Dahiana, en el Estadio Obras siendo testigos por enésima vez? de los queridos Die Toten Hosen, la mejor banda alemana de todos los tiempos. Y, como si esto fuera poco, después vino Coldplay y Liam Gallagher, emociones compartidas junto a la genia de mi prima Florencia, y a mi gran amiga Verónica. Coldplay...ufffff...ya lo dije y lo seguiré diciendo hasta el cansancio: de lo mejor que he visto en materia de recitales desde aquella lejana noche de 1981 cuando fuí testigo de la venida de Queen a nuestro país, al presente. Top five para Coldplay, sin dudas.

De a poco, el platillo de lo positivo comenzó a equilibrar la balanza, y como dijeran mis cuatro amigos de Liverpool, esto siempre ocurre «With a Little Help of my Friends», y vaya si es cierto, porque cuando tras la partida de mi profesor de guitarra, abandoné todo, guardé las guitarras en el ropero, y desistí de seguir tocando, apareció Mariano, de la mano de la querida Vero, que, insistiéndome una y otra vez para que yo volviera a hacer una de las cosas que más me gustan, como dedicarme a la música, generó el puente para que, una vez más, yo decidiera volver a tomar clases, perfeccionar mi técnica, y disfrutar de ese momento en que con la guitarra en mis manos comienzo a desandar el camino de aquellas viejas melodías que devuelven la sonrisa a mi rostro, y despiertan en mí, las ganas de volver a tocar, esta vez a través de las enseñanzas de un grande como Mariano Romano, guitarrista de la excelente banda The End, banda tributo a Pink Floyd.

Tal vez, y sólo tal vez, esté dando un paso pequeño, pero paso al fin, que me acerque al sueño de poder tocar con el mismo estilo de mi ídolo David Gilmour, y por ahí, quién te dice, concretar el sueño que no pudo ser de tocar en vivo como habíamos planeado con el recordado Alejandro.

Finalmente, y cerrando un año que, preferiré olvidar, dos hermosas personas me acompañaron en Nochebuena, y permitieron que la Navidad no me convirtiera nuevamente en el Grinch en el que me convierto cada año cuando llega diciembre, ellas fueron mi querida prima Florencia, y la genia y gran compañera y amiga que es Dahiana Cano, con quienes, guitarra mediante, terminamos cantando hasta entrada la madrugada, mal que le pese a los vecinos, transitando por gran parte del repertorio aprendido durante estos últimos años.

Dijo el recordado Gustavo Cerati: «En los peores momentos de mi vida, la música ha sido lo que me produjo mayores satisfacciones. En los momentos más torturados, la música me salvó». Puedo dar fe que es así. En el año que termina la balanza se equilibró, a último momento, gracias a la música, y a las mágicas personas que la vida puso en mi camino y que, cuando parecía que nada iba a hacer cambiar la dirección del viento, ellas lo consiguieron.

A esas personas, a las que ayudan sin hesitar, a las que te tienden la mano cuando estás cayendo, a las que aparecen cuando menos te lo esperas, a las que saben escuchar, a las que no te faltan el respeto porque se enriquecen en tu disenso, a las que te acompañan en el camino de la vida, sin ningún interés personal, les digo GRACIAS TOTALES, y brindo por un 2023 que sea mucho mejor para todos y todas, especialmente para las familias de los seres queridos que se fueron este año, y para todos aquellos que sueñan, que aún no bajan los brazos y que siguen luchando por cumplir esos sueños truncos, sabiendo que con empeño, con ganas, en algún momento se verán concretados. 


FELIZ 2023 PARA TODOS Y TODAS!!!

 

jueves, 3 de noviembre de 2022

 

MIERCOLES 02 DE NOVIEMBRE DE 2022

COLDPLAY: UNA NOCHE INOLVIDABLE.

 



Tocaba a su fin la década de los noventa y una canción junto a su video comenzaba a instalarse en mis oídos con la misma velocidad del sonido, era justamente, «Speed of Sound», de una banda inglesa cuyo nombre aún no me sonaba muy conocido: Coldplay. Vaya nombre me dije, algo así como «Tocar en frío»? Pues bien, como me ocurre siempre quise escuchar algo más de ellos, de modo que hice lo que siempre hago, adquirir el álbum correspondiente a ese tema, el que, dicho sea de paso, fue duramente considerado por la crítica de aquél entonces, sin embargo, para mí fue descubrir algo nuevo, un sonido distinto, eso que nos sucede cuando una canción te mueve algo, te toca una fibra, y te impulsa a querer saber más de ellos, escuchar otros temas, y porqué no, ir a verlos en vivo. La primera vez que pisaron suelo argentino no los pude ver, hicieron un par de Gran Rex y las entradas volaron, pero en 2010 tuve revancha, los pude ver en un Estadio Monumental con lleno total presentando «Viva la Vida», en un recital de primer nivel, y donde confirmé que no me había equivocado el día que comencé a adquirir su discografía. Sin embargo, lo de anoche, lo vivido anoche en el mismo lugar que hace doce años atrás, fue absolutamente superlativo, no existen palabras para expresar la enorme calidad de la presentación de la banda inglesa. Cómo te explico que fuimos todos y todas parte de Coldplay, cómo te explico la enorme energía positiva desplegada por Chris Martin y su banda junto a la inigualable devolución del público, cómo te explico esas ganas de darles un abrazo y agradecerles el maravilloso regalo que nos estaban entregando, cómo te explico ver familias enteras, hijos, tal vez nietos, porqué no, sobre los hombros de sus padres con rostros de estar viendo algo de otro planeta, cómo te explico las lágrimas de las adolescentes y de esas señoras que pasaron los cuarenta y que se seguían emocionando como si fueran esas mismas adolescentes, cómo te explico mi propia emoción al ver los rostros de mi prima Florencia y de mi gran amiga Verónica no sólo emocionándose, sino bailando, y entrando casi en un estado hipnótico por no poder creer lo que estaban presenciando, cómo te explico mis Gracias Totales al cielo, a mis viejos, a mi vieja en especial por aquél primer álbum de The Beatles, sin el cual yo, seguramente, no hubiese estado anoche disfrutando de Coldplay, cómo te explico tantas, pero tantas sensaciones vividas anoche en River.

Y sí, fueron pasando «Speed of Sound», «Paradise», «A Sky full of Stars», «In my Place», «Fix You», «Vida la Vida», y tantos temas más, al punto que uno hubiese deseado que el recital durara lo que todos sus álbumes juntos.

Capítulo aparte para el uso ecológico de la tecnología, las pulseras con las luces una increíble forma de hacer participar al público, o mejor dicho, permitir que el público sea parte de la banda, los fuegos artificiales, los globos gigantes simulando los planetas de la galaxia, en definitiva un impresionante, enorme e inolvidable recital de estadio, un estadio con lleno total que me lleva a pensar si este tipo de fenómenos ocurren del mismo modo en otros lugares del mundo, tal vez sí, no lo sé, lo que sí sé es que la respuesta de nuestro público es absolutamente única.

Y como era de esperarse no podía faltar el homenaje a nuestro Soda Stereo, y al recordado Gustavo Cerati, con su tema «De Música Ligera» entonado por todo un estadio y rematado con el carismático Chris Martin repitiendo aquella frase final que ya es parte de todos nosotros: Gracias Totales!!!

Y sí, Gracias Totales Chris, Jonny, Guy y Will, Gracias Totales Coldplay!!!

 

domingo, 23 de octubre de 2022

 

Sí, definitivamente somos una tribu.

 



Sí, definitivamente somos una tribu. A los Hosen se los ama, o no. ¿Son un viaje de ida? Sí, sin ninguna duda. Y voy a empezar mi crónica de lo vivido anoche en el recital de la mejor banda alemana y la más querida en nuestro país, por el final. Salir de La Farola de Nuñez y que dos pibes de treinta y tantos años (si los tenían, porque parecían de menos) te peguen el grito «Aguanten los Hosen!!!» y se te acerquen a conversar generando una amistad ocasional nacida únicamente por el eterno amor para con la banda alemana, y que estos mismos pibes nos muestren su admiración porque tres adultos que están pisando los 60 años sean fanáticos de los Hosen y no se pierdan, cada vez que la ocasión lo permite, ir a verlos, no tiene precio, yo me atrevo a decir que fue la frutilla del postre de una noche inolvidable en un Buenos Aires con temperaturas invernales fuera del estadio, pero adentro rebosante de un calor fraternal que sólo estos músicos de Düsseldorf son capaces de generar.

Sí, definitivamente esto nos convierte en una tribu. Una tribu donde se juntan fans argentinos y alemanes, donde el idioma no es barrera, porque nos reconocemos por nuestras remeras, por las banderas, por los cánticos casi de hinchada futbolera, porque vemos asomar las casacas del Fortuna Düsseldorf, el equipo de la Bundesliga 2, que nos convierte sólo por esta noche en hinchas del plantel de la remera roja y blanca, aquél que los mismísimos Hosen salvaron de la quiebra, hace ya unos cuantos años atrás.

Qué te puedo decir que ya no te haya dicho sobre estos cuatro alemanes que dejan el alma sobre el escenario cada noche que se presentan en nuestro país: Campino un "frontman" admirable, un hermano de la tribu hosenera, Breiti un músico que al frente de su guitarra no duda un instante en traducirnos en un perfecto español lo que nos quiere comunicar su compañero Campino, Kuddel el alma mater de la banda, el músico que la tiene más que clara al frente de sus guitarras, Andy el bajista que no para de correr por todo el escenario y que si puede, se tira sobre el público en un mosh que todos esperan se produzca para verlo tocar despreocupadamente sobre esa ola humana que lo va trasladando casi en el aire, de regreso al escenario, y Vom Ritchie, la excepción, el pequeño inglés que al frente de su batería deja el alma, casi como en una extraña reencarnación del recordado Keith Moon, el histriónico baterista de The Who.

Sí, definitivamente somos una tribu. Somos un tribu que no te pide requisitos para ingresar, una tribu hermanada en la música de una banda de punk rock que naciera allá lejos y hace tiempo en un barrio obrero de Düsseldorf, una tribu que, de alguna manera, tuvo un cacique que se llamó Pil, el líder de Los Violadores (aclaro para los que no lo sepan que fueron Los Violadores de la Ley, porque después aparecen los susceptibles de siempre confundiendo los conceptos), banda que fuera la mejor representante del punk en nuestro país, y cuyo líder Pil, el responsable de haberlos convencido de tocar por primera vez en Buenos Aires allá por 1992.

En lo personal no puedo evitar sentir esa afinidad con los Hosen dado mi amor por la que fuera la tierra de mi madre y de mis ancestros, y no te equivoques con mi apellido, porque si bien italiano es lombardo, y los longobardos fueron, justamente, una tribu germana que luchó contra el imperio romano. De alguna manera, los Hosen me devuelven esa conexión con mis orígenes, con mi infancia, con las charlas en alemán que mantenían mi abuela y mi madre, cuando yo era un niño de escasos nueve o diez años, me regalan esa vecindad que existe entre la ciudad de Duisburg de donde vinieron mis abuelos y mi madre, y Düsseldorf, la ciudad de mis queridos Die Toten Hosen.

Finalmente, compartir estos recitales con viejos y nuevos miembros de la tribu hosenera como mi hermano el Negro Fernández, o mi primo Guillermo, o ahora, quién te dice, ella lo decidirá, darle la bienvenida a la querida Dahiana como una nueva miembro de la tribu, permite que cada encuentro con los Hosen se convierta verdaderamente en una reunión de amigos.

De los temas que tocaron no te voy a contar, la próxima te venís con nosotros, y después me contás, si tenés ganas de ser parte de la tribu.

A mis queridos Die Toten Hosen, a Campino, a Breiti, a Andy, a Kuddel, y a Vom Ritchie, sólo me resta decirles Gracias, Gracias por la buena onda, por la música, por el afecto hacia nuestro país, por estar siempre en las buenas y en las malas, aún cuando las cuentas no cerraban por la situación económica de Argentina, ellos siguieron viniendo.

Gracias por volver, porque estos últimos tres años no fueron buenos para nadie, por lo que nos tocó vivir con la pandemia, por ayudarme a sanar el dolor que te genera haber perdido buenos amigos en el camino, que ya no están. Anoche, salí de Obras, de alguna manera, sanado, aún quedan heridas abiertas, pero anoche los Hosen se encargaron de ser el mejor remedio para esos dolores que lastiman sin sangrar: «Steh auf, wenn du am Boden bist», y en eso estamos mis queridos Die Toten Hosen, en eso estamos...

 

domingo, 16 de octubre de 2022

 Quería contarte...



Quería contarte que ya pasaron quince años desde que te fuiste en mis brazos,

Quería contarte que todo este tiempo traté de seguir siendo el hijo que educaste,

Quería contarte que extraño nuestras charlas de fin de semana compartiendo esa cerveza que tanto disfrutabas,

Quería contarte que una maldita pandemia me llenó de miedos y no pude volver a visitarte para dejarte las flores que siempre te llevaba,

Quería contarte que la música, las guitarras llenan mis días y tratan de hacerme olvidar ese vacío que dejaste,

Quería contarte que mi vida transcurre en soledad, sé que no deseabas eso para mí, pero bueno así se dan las cosas en la vida muchas veces, y cambiarlas suele ser tarea difícil,

Quería contarte que el trabajo transcurre bien, sin contratiempos, estoy a cargo de una jefatura y todos los días trato a mis «chancles» con el respeto y el aprecio que vos me enseñaste a tener,

Quería contarte que estos años desde que te fuiste fueron duros, no existe psicólogo que escuche como vos lo hacías, y que contenga con esa paz que solías transmitir,

Quería contarte que desde que te fuiste me he convertido en un huérfano de abrazos, y cuanta falta que hacen muchas veces para sacarse toda esa maldita angustia del alma,

Quería contarte que muchos días se cruzan en mi mente las imágenes tuyas y del viejo, los veranos en Mar del Plata, las noches de verano en casa compartiendo el jardín mientras ustedes tomaban su aperitivo y yo no paraba de leer las novelas de Agatha Christie,

Quería contarte que ante la llegada de cada Navidad extraño tu presencia y la de todos aquellos que ya no están y que ocupaban la mesa navideña llenando de risas y amenas charlas el comedor de casa,

Quería contarte que cada Día de la Madre y cada cumpleaños tuyo el día se me hace cuesta arriba, y no puedo evitar que mis ojos se nublen aguantando ese nudo que se te forma en la garganta cuando las lágrimas claman por salir,

Quería contarte que mis amigos y amigas siguen siendo mis hermanos y hermanas, y que cada vez que me siento mal, ellos están, tal y como vos los adoptaste como hijos e hijas propios,

Quería contarte que en el camino perdí algunos amigos, vos seguro ya lo sabés, pero su partida dolió mucho,

Quería contarte que lamento profundamente no haberte podido regalar los nietos que te merecías,

Quería contarte que no perdí la fe en Dios, y que sigo caminando por el mismo camino que me enseñaste desde niño, el de la decencia, el del respeto, el de mantener la frente bien en alto, con orgullo, haciendo de la responsabilidad una conducta no negociable,

Quería contarte tantas cosas, pero necesitaba al menos contarte algunas, no sé para qué hago esto, si total no lo vas a leer, pero tal vez a mí me sirva para, de alguna manera, ir vaciando una mochila que en los últimos tiempos se me hizo muy pesada de cargar.

Quería contarte que hoy es el Día de la Madre y vos no estás, o sí, no lo sé, y yo mientras tanto hago lo que mejor sé hacer, escribir.

 

sábado, 1 de octubre de 2022

STEH AUF, WENN DU AM BODEN BIST...




Muchas veces he pensado que el destino, ese compañero implacable que se niega a ser alterado, y menos aún modificado, tarea ímproba si la hay para quienes lo consiguen, me ha jugado varias malas pasadas, o tal vez, uno de sus placeres sea el disfrute de torcer mi voluntad, mis deseos y mis sueños. A veces creo que lo sorprendo dormido, y es ahí cuando consigo objetivos que, seguramente, no le han de resultar nada gratificantes al despertar. Será el destino hermano de la suerte, o tal vez sean viejos compañeros de ruta que se confabulan en muchas oportunidades para cambiarnos las señales que nos indican el camino correcto, provocando confusión en nuestro rumbo, y una colisión inevitable en el futuro.

Cuando niño crecí creyendo en verdades irrefutables, las mismas que adoptaría para mi propia vida. La armonía que reinaba en mi hogar me llevó siempre a pensar, o quizás, a dar por sentado que no iba a ser difícil replicar lo mismo en mi propia vida y en un futuro que, por aquél entonces, se me presentaba muy lejano. El formar una familia, encontrar al amor de tu vida, tener hijos y verlos crecer volcando en ellos las mismas enseñanzas que mis padres depositaron sobre mí, no parecía ser una tarea tan difícil, pero lo fue. El destino una vez más, o la suerte, se pusieron de acuerdo para lograr su vil objetivo de cambiarme las señales del camino, y evitar que yo llegara a cumplir uno de mis tantos sueños anhelados.

No resulta extraño afirmar que también disfrutaron de cambiar las señales y evitar que mi vida transitara por la música, o por el campo, alterando los carteles indicadores y señalando las leyes y el derecho como estación terminal.

Estos viejos cómplices que gustan de embarrarnos la cancha, como suele decirse, a todos nosotros, algunos más, otros menos, parecería que también decidieron que yo no podía, o quizás no debía, subir a un escenario para darme el gusto de ser músico por una noche, una sola y única noche. Hoy cuando veo con total alegría como dos de mis hermanos en la vida, uno que ayer fuera compañero mío de colimba, se sube a un escenario, tiene su banda de rock, y toca su guitarra Telecaster, del mismo modo en que lo veo a mi otro hermano tocar su bajo de luthier junto a la banda de la que forma parte, disfrutando merecidamente ambos de ver hechos realidad sus sueños, me lleno de alegría, y les deseo profundamente todo el éxito que se merecen por ser las personas que son. Y es ahí cuando al verlos, siento el susurro en mis oídos de la eterna dupla acosadora que parece haber compuesto su propia canción cuyo título retumba en mis oídos, una y mil veces: «This is not for you...».

«This is not for you» como tantas cosas más en mi vida, que de alguna manera me fueron negadas, o quitadas. Aun así me sé un privilegiado, sin derecho a quejarme, o tal vez sí a reclamarle al destino o a la suerte que no me cambien más las señales de la vida, ya tuve bastante, y en ese bastante perdí muchas personas que amé, que respeté y que quise como lo hacen los seres humanos más humanos.

No se pierden afectos únicamente por el fin de la vida, también se pierden con la distancia, con el silencio, con el dar por sentado que el otro está bien, cuando en realidad no lo está. La vida, la amistad, el afecto, el amor de una pareja, no son tarjetas que uno marca como el presentismo en un trabajo, han de ser y deben ser necesidades que nazcan sin hesitar, inmediatas, sentidas.

Sigo escribiendo porque me sale mejor que decirlo verbalmente, y tal vez porque me ayuda a seguir sanando heridas que dejaron cicatrices en el alma, algunas de las cuales suelen ser más difíciles de olvidar.

«Steh auf, wenn du am Boden bist», es una frase que le da título a una canción de la banda alemana «Die toten Hosen», lo que significa «Levántate cuando te encuentres por el suelo». En eso estamos.

 


domingo, 25 de septiembre de 2022

 GRACIAS ALE POR TANTO!!!




Hoy volví a tocar. Hacía varias semanas que no podía hacerlo. Creo que sentí la necesidad de guardar silencio, y silenciar mis guitarras como un sentido homenaje a un maestro, docente y amigo que ya no está. Hoy volví con sólo dos temas: «On The Mend» y «Times Like These», dos canciones de los Foo Fighters cuyas letras lo dicen todo. A veces la vida, o el destino te golpea fuerte y mal, muy mal, porque te agarra de sorpresa, te encuentra mal parado y el golpe te tira a la lona y te cuesta mucho levantarte. Durante largos ocho años compartimos charlas, música, y lo más importante el aprendizaje de un instrumento que desde que era niño siempre soñé poder tocar. Nunca obtuve de parte de él, un no por respuesta ante esa nueva canción que yo pretendía aprender, y que con inolcutable timidez le pedía que me la enseñara, a lo que siempre respondía con un «Claro, porqué no la vas a poder tocar!!!». Así fuimos armando un catálogo de cientos de temas de rock anglosajón y nacional, así desfilaron The Beatles, Paul McCartney, George Harrison, John Lennon, Pink Floyd, Led Zeppelin, Marillion, Genesis, Foo Fighters, Oasis, Almendra, El Flaco Spinetta, Cerati, Manal, Pappo, entre tantos otros. Lo de Ale era el Jazz, pero el sabía que mi eterno amor era el rock, y nunca jamás intentó cambiar eso, al contrario, yo mismo le pedí que el próximo año me enseñara Jazz, eso que a él tanto lo entusiasmaba. Al llegar la maldita pandemia tuvimos que continuar las clases de forma remota, y ahí fue cuando él actúo como un padre para mí cuando ante el temor irrefenable que me invadió al no querer vacunarme, sus sabios consejos y ese regalo de tranquilidad que me otorgaba con sus palabras se convirtieron en mí en una panacea que junto a la ayuda profesional recibida me permtió dar ese paso tan temido recuperando la paz interior que yo había perdido. Así fue como también comenzamos a planear la idea de un recital en vivo, yo no tenía banda propia, sin embargo él se iba a encargar de conseguir los músicos. Recuerdo con cierta simpatía el día que me dijo que armara el setlist de temas, la mañana en la que le sugerí tocar cinco canciones, no más, y él me dijo que porqué no hacíamos diez temas y dos bises. Mi cara de asombro no se hizo esperar, y la pregunta devino inmediata: «Vos decís?». Así fue que también me resultó imposible seleccionar doce temas de un listado de más de cien, a lo que cada semana me hacía presente en sus clases con un listado de cincuenta o más temas, que dibujaban en su rostro una mueca de ironía, y no dejando pasar ni cinco minutos me espetaba «Beto, cirugía mayor sin anestesia, son doce y punto». Cuando logré seleccionar finalmente los doce, recuerdo simpáticamente su sentencia inapelable: «Este listado no se toca más, es definitivo».

Siempre tendré presente que muchas de mis guitarras, mis amplificadores, el armado de mi pedalera, todo eso se lo debo a él, tanto como ese día en que me dijo que yo era músico, y yo sentí que el traje me quedaba aún demasiado grande, pero a él no le importó, no dudó un instante en otorgarme el título.

Nunca imaginé lo que ocurrió. Siempre tuve fe que se iba a poner bien, sentía que cada clase, que cada sonido de la guitarra, era una forma más de sanación. Ante su preocupación por el recital siempre le dije que lo más importante, lo primero era que él se pusiera bien, todo lo demás podía esperar, y si no era el año próximo, sería el siguiente. La noticia de su partida me dejó sin reacción, de pronto fue como si un gran silencio se hubiese apoderado de mi vida, no podía creerlo. En mi vida he perdido muchos seres queridos, empezando por mis propios padres, pero nunca perdí un amigo, Ale fue un Maestro, un Docente, pero por sobre todas las cosas un gran Amigo.

Necesitaba decirlo, escribirlo, me lo estaba guardando en lo profundo del alma, y no estaba bien, tal vez sea esta una forma de agradecerle por tanto. Ale querido, no te voy a defraudar, la música continúa, las guitarras seguirán sonando, y el recital va a darse, en algún momento se va a dar, sé que así será, y sé que ahí estarás.

 


sábado, 24 de septiembre de 2022

REFLEXIONES






A veces, muchas más veces que las que uno pueda enfrentar, la vida te pone a prueba. Puede tratarse de una pequeña ola que te golpea sin derrumbarte, o puede ser un tsunami que te lleva puesto sin dejarte capacidad de reacción. Cuando ocurre esto último suele ser mucho más difícil recuperarse, volver a levantarse y seguir. El impacto te lleva puesto, arrasa con afectos, sueños y proyectos, como la misma marea que en las playas se lleva todo mar adentro, pero esta vez no lo devuelve. Del mismo modo esta marea que nadie sabe de dónde provino, se lleva también todo lo bueno que alguna vez anidó en tus sueños, y lo que es peor en tu propia realidad. Es un tornado que te deja sin aliento, te hace perder la dirección, uno no sabe cómo volver a empezar, el horizonte se te presenta vacío, como una maldita rutina imposible de cambiar. La música se ha silenciado, mis guitarras lloran suavemente como bien lo expresara el querido George Harrison. Siento que aún no es hora de volver. De pronto la vida, los sueños, los afectos han quedado convertidos en una fotografía de color sepia, donde la soledad disfruta de ese momento en el que su víctima, no logra escapar de un bucle de abatimiento y necesidad de explicaciones que no existen. La soledad es como una maldita pesadilla de la que uno no logra despertar, esas en las que se busca la compañía y el apoyo de los afectos. Quizás uno ignore que los malos sueños han sido creados para atormentar al individuo en su cosmos, donde las buenas compañías no tienen permitido el ingreso.

El gran misterio de la vida nunca nos será revelado, los innumerables porqués seguirán sin respuesta eternamente. Se añoran otros tiempos en los que no nos resultaba difícil sonreír. Hoy parecería que el miedo se ha llevado las sonrisas. El recuerdo de los que no están comienza a tornarse cada vez más lejano, por momentos uno debe hacer un esfuerzo para traer al presente afectos del pasado que cual medicina para el alma logran anestesiar momentáneamente el dolor de sus ausencias. Tal vez, la vida no sea el jardín del Edén, y muchas veces el maldito innombrable goza de hacernos zancadillas para marchitar la belleza de los días vividos.

Me recomendaron escribir como una forma de terapia. La necesidad surgió de inmediato, casi como una forma de catársis reclamada por mi alma para ayudar, de alguna forma, a exorcisar algunos fantasmas que me han venido atormentado el último tiempo. Quizás uno al ponerse grande, o tal vez al ir envejeciendo comience a refugiarse en aquellos recuerdos de cuando la vida parecía un largo y sinuoso camino, en el que todo estaba por hacerse, y donde los sueños, los proyectos, los afectos nos iban a sorprender ante cada paso que fuésemos dando, ante cada estación de ese interminable tren cuyas vías y durmientes nos parecían tan lejanos e inalcanzables como un arco iris después de una fuerte tormenta.

Varias veces en mi vida me tuve que enfrentar a ese abismo sin fin, la partida de mi padre, el servicio militar en pleno conflicto bélico de Malvinas, la partida de mi madre, los proyectos de familia truncos, en fin, demasiadas cicatrices en el alma y un dolor que cuesta convertir en lágrimas, cuando se endurecen los sentimientos y uno trata de impermeabilizar el cuerpo para no dejarse atravesar nuevamente por las malditas flechas de la sinrazón.

Habré perdido la fe? Será que ese vacío que nunca ocupé con Dios hoy me esté pasando factura? Será mi inclaudicable racionalidad la que me impulsa estos razonamientos? O tal vez, la búsqueda del porqué de nuestra existencia, ese afán de llegar siempre a la verdad, esa necesidad de querer saber más develando todos aquellos secretos que nos han sido esquivos durante toda la vida, esa necesidad de hallar respuestas certeras a tantos porqués.

This is not the end, and the love you take, always will be equal to the love you make...