domingo, 23 de octubre de 2022

 

Sí, definitivamente somos una tribu.

 



Sí, definitivamente somos una tribu. A los Hosen se los ama, o no. ¿Son un viaje de ida? Sí, sin ninguna duda. Y voy a empezar mi crónica de lo vivido anoche en el recital de la mejor banda alemana y la más querida en nuestro país, por el final. Salir de La Farola de Nuñez y que dos pibes de treinta y tantos años (si los tenían, porque parecían de menos) te peguen el grito «Aguanten los Hosen!!!» y se te acerquen a conversar generando una amistad ocasional nacida únicamente por el eterno amor para con la banda alemana, y que estos mismos pibes nos muestren su admiración porque tres adultos que están pisando los 60 años sean fanáticos de los Hosen y no se pierdan, cada vez que la ocasión lo permite, ir a verlos, no tiene precio, yo me atrevo a decir que fue la frutilla del postre de una noche inolvidable en un Buenos Aires con temperaturas invernales fuera del estadio, pero adentro rebosante de un calor fraternal que sólo estos músicos de Düsseldorf son capaces de generar.

Sí, definitivamente esto nos convierte en una tribu. Una tribu donde se juntan fans argentinos y alemanes, donde el idioma no es barrera, porque nos reconocemos por nuestras remeras, por las banderas, por los cánticos casi de hinchada futbolera, porque vemos asomar las casacas del Fortuna Düsseldorf, el equipo de la Bundesliga 2, que nos convierte sólo por esta noche en hinchas del plantel de la remera roja y blanca, aquél que los mismísimos Hosen salvaron de la quiebra, hace ya unos cuantos años atrás.

Qué te puedo decir que ya no te haya dicho sobre estos cuatro alemanes que dejan el alma sobre el escenario cada noche que se presentan en nuestro país: Campino un "frontman" admirable, un hermano de la tribu hosenera, Breiti un músico que al frente de su guitarra no duda un instante en traducirnos en un perfecto español lo que nos quiere comunicar su compañero Campino, Kuddel el alma mater de la banda, el músico que la tiene más que clara al frente de sus guitarras, Andy el bajista que no para de correr por todo el escenario y que si puede, se tira sobre el público en un mosh que todos esperan se produzca para verlo tocar despreocupadamente sobre esa ola humana que lo va trasladando casi en el aire, de regreso al escenario, y Vom Ritchie, la excepción, el pequeño inglés que al frente de su batería deja el alma, casi como en una extraña reencarnación del recordado Keith Moon, el histriónico baterista de The Who.

Sí, definitivamente somos una tribu. Somos un tribu que no te pide requisitos para ingresar, una tribu hermanada en la música de una banda de punk rock que naciera allá lejos y hace tiempo en un barrio obrero de Düsseldorf, una tribu que, de alguna manera, tuvo un cacique que se llamó Pil, el líder de Los Violadores (aclaro para los que no lo sepan que fueron Los Violadores de la Ley, porque después aparecen los susceptibles de siempre confundiendo los conceptos), banda que fuera la mejor representante del punk en nuestro país, y cuyo líder Pil, el responsable de haberlos convencido de tocar por primera vez en Buenos Aires allá por 1992.

En lo personal no puedo evitar sentir esa afinidad con los Hosen dado mi amor por la que fuera la tierra de mi madre y de mis ancestros, y no te equivoques con mi apellido, porque si bien italiano es lombardo, y los longobardos fueron, justamente, una tribu germana que luchó contra el imperio romano. De alguna manera, los Hosen me devuelven esa conexión con mis orígenes, con mi infancia, con las charlas en alemán que mantenían mi abuela y mi madre, cuando yo era un niño de escasos nueve o diez años, me regalan esa vecindad que existe entre la ciudad de Duisburg de donde vinieron mis abuelos y mi madre, y Düsseldorf, la ciudad de mis queridos Die Toten Hosen.

Finalmente, compartir estos recitales con viejos y nuevos miembros de la tribu hosenera como mi hermano el Negro Fernández, o mi primo Guillermo, o ahora, quién te dice, ella lo decidirá, darle la bienvenida a la querida Dahiana como una nueva miembro de la tribu, permite que cada encuentro con los Hosen se convierta verdaderamente en una reunión de amigos.

De los temas que tocaron no te voy a contar, la próxima te venís con nosotros, y después me contás, si tenés ganas de ser parte de la tribu.

A mis queridos Die Toten Hosen, a Campino, a Breiti, a Andy, a Kuddel, y a Vom Ritchie, sólo me resta decirles Gracias, Gracias por la buena onda, por la música, por el afecto hacia nuestro país, por estar siempre en las buenas y en las malas, aún cuando las cuentas no cerraban por la situación económica de Argentina, ellos siguieron viniendo.

Gracias por volver, porque estos últimos tres años no fueron buenos para nadie, por lo que nos tocó vivir con la pandemia, por ayudarme a sanar el dolor que te genera haber perdido buenos amigos en el camino, que ya no están. Anoche, salí de Obras, de alguna manera, sanado, aún quedan heridas abiertas, pero anoche los Hosen se encargaron de ser el mejor remedio para esos dolores que lastiman sin sangrar: «Steh auf, wenn du am Boden bist», y en eso estamos mis queridos Die Toten Hosen, en eso estamos...

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario