sábado, 4 de noviembre de 2023

 THE BEATLES IN MY LIFE

NOW AND THEN...

 

Crecí en un hogar donde la música me acompañó desde mucho antes de aprender a caminar, o quizás desde el mismo momento en que desde la panza de mi madre llegaron a mis oídos las primeras melodías que ella escuchaba en el viejo Wincofón. Así se sucedían las voces de Nat King Cole, Frank Sinatra, Marlene Dietrich, las orquestas de Frank Pourcel, o Ray Coniff, mientras que mi padre, melómano como era y especialmente amante de la ópera, musicalizaba nuestro hogar con clásicos como Richard Wagner, Puccini, Verdi, o dentro de lo que se conoce como música de cámara, Mozart, Bach, Haydn, Beethoven, entre tantos otros. De modo que mi infancia transcurrió entre diferentes melodías que oscilaban cuál péndulo loco entre la música popular norteamericana y alemana, o los autores clásicos, o sea, bien podríamos afirmar que asistí a una escuela musical mucho antes de la primera vez que, a través de la educación formal, me quisieron enseñar a escuchar música.

Mi madre había trabajado toda su vida como vendedora en una disquería, y como era costumbre por aquellos años, al contraer matrimonio mi padre le propuso dejar de trabajar para ocuparse de la crianza de su hijo, y en definitiva, de la familia, algo que ella hizo con absoluta dedicación, esmero y orgullo, sin considerar en ningún momento que esa decisión la condenaba a una vida de ama de casa, algo que en estos tiempos parece haberse convertido en un demérito.

Sin embargo, cada vez que íbamos de visita a la casa de mi abuela en el barrio de Belgrano, ella no podía evitar detenerse en cada disquería que se cruzara en su camino para adquirir algún nuevo álbum de su preferencia, o tal vez, simplemente conocer las últimas novedades musicales.

Así fue que una mañana de tantas que nos íbamos a pasar el día a la casa de la Oma (abuela en alemán), entramos en alguna de esas disquerías, y como no podía ser de otro modo, el niño de nueve años tirando de la falda de su madre le pidió, como si fuera un juguete, que le regalara un disco. Ella sin dudarlo, se acercó al vendedor y casi con cierto pudor le preguntó qué disco le podía comprar a su hijo. Lógicamente, uno pensaría que para una criatura de escasos nueve años el mejor disco debería contener aquellas típicas tontas melodías infantiles, pero no, raudamente el vendedor sacó un álbum, nos pidió muy amablemente que nos dirigiésemos a una de las cabinas en las que se estilaba en aquellos años escuchar los discos, cabinas muy similares a las telefónicas inglesas que suelen verse en las calles de Londres. Recuerdo que mi madre me puso los auriculares, el vendedor apoyó la púa sobre el surco del disco y ya nada volvería a ser igual. El tema en cuestión fue «Ticket to Ride» de Los Beatles, y el riff inicial me señaló el camino. El álbum era un compilado de los mejores temas de los Fab Four, y como era de esperarse, me lo compró, y eso marcó el fin de la música popular norteamericana y alemana, y de la música clásica en mi casa, y comenzaron a sonar ellos, mis amigos y hermanos de Liverpool.

Ese disco sonó una y mil veces, convirtiéndose el Wincofón en el compañero de ruta de una criatura de nueve años que no paraba de mover su cabellera, simulando tocar una imaginaria guitarra eléctrica, soñando inevitablemente con ser un Beatle más.

Bien puedo afirmar que John, Paul, George y Ringo se convirtieron en la banda de sonido de mi vida, desde aquellos lejanos nueve años hasta mis actuales sesenta. Ellos siempre estuvieron, en las buenas y en las malas, con sus melodías alegres, y también con las tristes. A través de ellos comencé a apreciar la música de la India y a amar el sonido del sitar, fueron sus películas las que alegraron mis días, y por ellos estudié inglés y me convertí en un amante de la historia y cultura inglesas, al punto de soñar con recorrer cada rincón de Inglaterra vinculado a la historia de Los Beatles. Y claro, fue por ellos que soñé con aprender a tocar una guitarra, haciendo realidad el sueño de escuchar sus melodías naciendo de mis propias manos: mucho tiempo después el niño de nueve años con su guitarra real, ya no imaginaria, y con mucho menos pelo en su cabeza, pero con el alma y el espíritu de aquél niño logró por algunos momentos, sentirse un Beatle.

Así pasaron los años, años buenos y malos, años en los que dejaba de escuchar sus discos, y años en los que volvía a recorrer una y cada una de sus melodías. Años malos como el de aquella mañana del 8 de diciembre de 1980 cuando me levanté para desayunar, encendí la radio y escuché la fatal noticia de la absurda muerte de John Lennon. Años malos como aquella tarde de noviembre de 2001 cuando llegué a mi casa y mi madre me dijo que tenía una mala noticia para darme: había fallecido George Harrison. De a poco, se me iban yendo mis amigos de Liverpool, aquellos que habían musicalizado mi vida, ahora más que nunca el sueño se había terminado.

En 2007 también partió mi madre, de alguna manera la responsable de este amor y porqué no decirlo, la madre de mis Beatles, porque ella también aprendió a amarlos y a disfrutar de sus hermosas melodías.

Hace apenas unos días conocimos el último tema de ellos, y es inevitable preguntarse si será verdaderamente el último, yo afirmo que no, ellos siguen componiendo, y lo van a seguir haciendo eternamente. A veces pienso que Los Beatles son la prueba irrefutable de la existencia de Dios, porque sólo él pudo haber juntado a estos cuatro genios, y habernos regalado tanta belleza musical.

Cuando escucho «Now and Then», mis ojos se llenan de lágrimas, me resulta imposible no emocionarme al escuchar la voz de John Lennon, al ver el video con las imágenes de los cuatro beatles otra vez imaginariamente juntos...imagine Alberto, imagine...

Tomo mi guitarra y toco el nuevo tema, ahora «Now and Then» suena en mi guitarra, toco y vuelvo a ser aquél niño de nueve años, que todavía sueña con ser un Beatle, pienso en mi madre, la imagino escuchando esta melodía en mi guitarra, recordando aquella mañana en que me regaló mi primer álbum de Los Beatles.

Ella logró con tan poco, tanto, y ellos con tanto, lograron que yo me sintiera un poco Beatle.

The Beatles in my Life, así fue, así es, y así seguirá siendo.