sábado, 24 de septiembre de 2022

REFLEXIONES






A veces, muchas más veces que las que uno pueda enfrentar, la vida te pone a prueba. Puede tratarse de una pequeña ola que te golpea sin derrumbarte, o puede ser un tsunami que te lleva puesto sin dejarte capacidad de reacción. Cuando ocurre esto último suele ser mucho más difícil recuperarse, volver a levantarse y seguir. El impacto te lleva puesto, arrasa con afectos, sueños y proyectos, como la misma marea que en las playas se lleva todo mar adentro, pero esta vez no lo devuelve. Del mismo modo esta marea que nadie sabe de dónde provino, se lleva también todo lo bueno que alguna vez anidó en tus sueños, y lo que es peor en tu propia realidad. Es un tornado que te deja sin aliento, te hace perder la dirección, uno no sabe cómo volver a empezar, el horizonte se te presenta vacío, como una maldita rutina imposible de cambiar. La música se ha silenciado, mis guitarras lloran suavemente como bien lo expresara el querido George Harrison. Siento que aún no es hora de volver. De pronto la vida, los sueños, los afectos han quedado convertidos en una fotografía de color sepia, donde la soledad disfruta de ese momento en el que su víctima, no logra escapar de un bucle de abatimiento y necesidad de explicaciones que no existen. La soledad es como una maldita pesadilla de la que uno no logra despertar, esas en las que se busca la compañía y el apoyo de los afectos. Quizás uno ignore que los malos sueños han sido creados para atormentar al individuo en su cosmos, donde las buenas compañías no tienen permitido el ingreso.

El gran misterio de la vida nunca nos será revelado, los innumerables porqués seguirán sin respuesta eternamente. Se añoran otros tiempos en los que no nos resultaba difícil sonreír. Hoy parecería que el miedo se ha llevado las sonrisas. El recuerdo de los que no están comienza a tornarse cada vez más lejano, por momentos uno debe hacer un esfuerzo para traer al presente afectos del pasado que cual medicina para el alma logran anestesiar momentáneamente el dolor de sus ausencias. Tal vez, la vida no sea el jardín del Edén, y muchas veces el maldito innombrable goza de hacernos zancadillas para marchitar la belleza de los días vividos.

Me recomendaron escribir como una forma de terapia. La necesidad surgió de inmediato, casi como una forma de catársis reclamada por mi alma para ayudar, de alguna forma, a exorcisar algunos fantasmas que me han venido atormentado el último tiempo. Quizás uno al ponerse grande, o tal vez al ir envejeciendo comience a refugiarse en aquellos recuerdos de cuando la vida parecía un largo y sinuoso camino, en el que todo estaba por hacerse, y donde los sueños, los proyectos, los afectos nos iban a sorprender ante cada paso que fuésemos dando, ante cada estación de ese interminable tren cuyas vías y durmientes nos parecían tan lejanos e inalcanzables como un arco iris después de una fuerte tormenta.

Varias veces en mi vida me tuve que enfrentar a ese abismo sin fin, la partida de mi padre, el servicio militar en pleno conflicto bélico de Malvinas, la partida de mi madre, los proyectos de familia truncos, en fin, demasiadas cicatrices en el alma y un dolor que cuesta convertir en lágrimas, cuando se endurecen los sentimientos y uno trata de impermeabilizar el cuerpo para no dejarse atravesar nuevamente por las malditas flechas de la sinrazón.

Habré perdido la fe? Será que ese vacío que nunca ocupé con Dios hoy me esté pasando factura? Será mi inclaudicable racionalidad la que me impulsa estos razonamientos? O tal vez, la búsqueda del porqué de nuestra existencia, ese afán de llegar siempre a la verdad, esa necesidad de querer saber más develando todos aquellos secretos que nos han sido esquivos durante toda la vida, esa necesidad de hallar respuestas certeras a tantos porqués.

This is not the end, and the love you take, always will be equal to the love you make...

 


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