sábado, 7 de julio de 2012

LAS PALABRAS QUE AMAN Y LASTIMAN.

Hace ya un tiempo que empecé a acercarme a las lenguas extranjeras, alemán primero y sueco después. La primera como una necesidad inevitable, generada en la pertenencia hereditaria a una cultura que me es muy sentida, la segunda nacida en la profunda admiración por un pueblo donde la tolerancia, el respeto, el amor por la música (siempre la música) y la amistad, son estructuras eternas del inconsciente colectivo. Estudiar idiomas es algo así como ser investigador de las palabras, un arqueólogo de términos y expresiones, un descubridor de la riqueza o de la pobreza de la unión de un sinnúmero de letras, las que juntas emiten un sonido, el que bien pronunciado les da un significado agradable al oído, o perversamente desagradable. Pero la idea no es escribir sobre palabras extranjeras, tal vez este haya sido un medio para aprender a respetarlas, para saber usarlas adecuada y convenientemente. El pensamiento, la reflexión que en mi mente comenzó a agitarse con inquietud fue la siguiente: pueden las palabras provocarnos huellas indelebles en el alma? Pueden ellas ser dardos que nos lastimen al punto de condicionar nuestras propias vidas? Pueden ellas ser los ladrillos de un muro que nos cueste derribar cada día mas? Puede una palabra mal usada, herir de muerte un sentimiento noble? Hemos perdido la capacidad de respetar las palabras de nuestro idioma, al punto de importarnos muy poco, si a través de su mal uso dañamos personas, seres queridos o mal queridos? Qué nos lleva a convertir en tierra arrasada los sentimientos del prójimo, cuando una palabra o una frase se convierte en un misil que impacta directamente en lo mas profundo de su amor propio, y tal actitud de nuestra parte, no parece despertarnos ningún cargo de conciencia, al extremo de no llegar ni siquiera a considerar las disculpas del caso, montados en una soberbia implacable, en la que no tiene cabida un mínimo gesto de respeto por la dignidad del ser humano, víctima de estas letras que en su conjunto dejan huellas dolientes en los mas puros sentimientos. Las palabras, pueden provocarnos alegría y mucha tristeza, pueden hacer nacer en nosotros la mas pura reciprocidad de sentimientos, la solidaridad del afecto, o pueden conducirnos a los infiernos mas espantosos que la mente humana es capaz de producir. Uno debe ser respetuoso en el uso de ellas, no por ellas que sólo son instrumentos, herramientas con las que contamos para comunicarnos, para difundir nuestras culturas, sino simplemente porque son capaces de generar el mas noble de los sentimientos, como en el caso del amor, o la mas devastadora de las emociones como ocurre en la humillación. No se debe justificar el mal uso de ellas en una supuesta actitud frente a la vida. Es obligación de cada uno de nosotros saber que la persona receptora de esa palabra, puede sufrir un daño permanente, pero por sobre todas las cosas, inmerecido. La letra de un hermoso tema siempre resultará a nuestros oídos como la mas bella armonía posible entre letras y notas hermanadas en un pentagrama, el que dejará huella indeleble y agradecida en nuestras almas, eternamente, pero la agresión de una frase o de una palabra provocará el silencio del dolor, la ausencia de la alegría que deviene de la mas bella melodía.

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